Opinión con sentido

La visión geopolitica de AMLO

Por Mauricio Fernández.

Más allá de discutir datos o cifras de este Segundo Informe de Labores del presidente López Obrador, por el momento me concentraré en un hecho que estoy seguro difícilmente leerán en otros espacios: la concepción geopolítica de la 4T.

Y me llamó poderosamente la atención porque por primera vez en décadas un Jefe de Estado mexicano demuestra tener una concepción clara en la materia, lo cual implica entre otras cosas un estudio del Estado y la sociedad partiendo del análisis geográfico.

Geografia es destino, dijo Bismarck a mediados del siglo XIX.

En ese sentido, los grandes proyectos de infraestructura de la 4T reformulan el papel del Estado mexicano y su relación con el espacio geográfico en el que se asienta, principalmente en la zona del Golfo de México. Me refiero en específico a las 3 mega obras que se desarrollan en la región: el Tren Maya; el corredor del Istmo de Tehuantepec y la refinería de Dos Bocas.

Sobre el primero, como lo mencioné hace algún tiempo en este mismo espacio, servirá para reafirmar la presencia del Estado mexicano en una zona de difícil penetración histórica para el poder central. Además, la península de Yucatán resulta vital para la seguridad nacional mexicana y estadounidense al ser paso obligado de las rutas comerciales que conectan Nueva Orleans con el Atlántico. (Gran parte del éxito histórico de Estados Unidos se debe al aprovechamiento de la cuenca del Misisipi que baña una de las mayores zonas agrícolas del mundo y provee un afluente navegable que abarata el costo del transporte y dinamiza el intercambio comercial. Por ello, el mar Caribe implica para el liderato estadounidense el mismo imperativos estratégico que significó para Roma el mar Mediterráneo: un Mare Nostrum).

Es muy probable que en el futuro cercano el Tren Maya derive también en la construcción de un gran puerto de carga en la península que por su ubicación podría ser Progreso, Yucatán.

En lo que respecta al Corredor Transístmico también implica aprovechar desde México las necesidades geopolíticas estadounidenses. El proyecto que estuvo en el radar de Washington desde tiempos de Juárez permitiría ahorrar tiempo y recursos al transitar por esa vía en lugar de bajar hasta Panamá, lo cual también derivará necesariamente en la ampliación y remodelación de los dos grandes puertos de la zona: Salina Cruz, Oaxaca y Coatzacoalcos, Veracruz. En ese sentido, el Golfo de México podría convertirse en una de las zonas comerciales más dinámicas del orbe que además tendría la ventaja de únicamente requerir un entendimiento bilateral.

Finalmente, la refinería de Dos Bocas también en el Golfo de México, terminaría de convertir esa región en uno de los polos de desarrollo más importantes del país. Su ubicación no es casual: ahí llegan la mayoría de los ductos provenientes del litoral de Tabasco y Campeche, donde se produce el 80% del crudo mexicano. Igualmente se conectaría con las plataformas de producción que se instalen en aguas profundas.

Lo anterior no deja de implicar retos, por supuesto. Al aumentar la infraestructura en la zona y su importancia comercial para Estados Unidos, también significará que estará en la órbita de su seguridad nacional. En otros términos, avanza por otros medios la integración multinivel de Norteamérica. Por ello el apoyo que distintas empresas y mega bancos de aquel país han dado a esas obras de infraestructura.

El papel del liderato mexicano en el futuro será negociar su aprovechamiento compartido y arrancar términos más favorables para México que la simple sumisión que vimos durante todo el período neoliberal.

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