Nacional

Sin refinerías nuevas, México está a merced de las potencias mundiales.

Construir Dos Bocas, cuestión de Seguridad Nacional.

Solo hay reservas para 4 días; Si nos cortan el suministro, se paraliza el país

Por: Edgar A. Valenzuela

A pesar de que he abordado en múltiples ocasiones el tema de la energía en México; me siguen llegando críticas sin fundamento en torno a la refinería de Dos Bocas.

Por ello y con el objetivo de combatir las verdades a medias o completas mentiras que se difunden sobre la obra, decidí escribir estas líneas esperando que contribuyan a despejar algunas dudas sobre el tema referido.

Iniciaremos con algunos datos técnicos básicos sobre el petróleo y las refinerías, para después entrar al impacto en áreas como la economía y seguridad nacional.

Primero, recordar: en su estado natural el petróleo no tiene prácticamente uso; es hasta que se transforma que adquiere su real valor y sus propiedades físicas y químicas pueden ser aprovechadas de un enorme número de formas. Ese proceso de transformación es justo la refinación, el cual consiste a grandes rasgos se eliminar impurezas y sustancias contaminantes como el azufre a partir de algunos procesos físicos y químicos con el fin de producir combustibles, lubricantes y diversos petroquímicos. La cantidad de estas sustancias (impurezas y contaminantes) presentes en el petróleo crudo es lo que define su calidad, dividiéndose principalmente en dos tipos: pesados y ligeros (los primeros son más difíciles y costosos de refinar por tener mayor número de ellas, mientras los segundos son mejor cotizados por su sencilla y barata transformación). (Ciencia UNAM, 1/01/2019).

En el caso mexicano, producimos principalmente tres variedades de crudo: Maya (pesado); Istmo (ligero); Olmeca (extra ligero). Según datos de Pemex, la producción del mes de abril pasado alcanzó 1.7 millones de barriles diarios, de los cuales 1.09 millones son tipo Maya; 446 mil, Istmo; y 177 mil, Olmeca. (Pemex, Estadísticas petroleras de abril 2020).

Lo anterior es importante tenerlo en cuenta cuando se habla de las refinerías en nuestro país justamente porque la producción ha cambiado sensiblemente con el paso de las décadas, generando obviamente impactos en la infraestructura con la que contamos. Basta recordar que la mayor parte de las seis refinerías que tiene Pemex fueron construidas entre 1950 y 1979, cuando la producción mexicana se componía mayoritariamente de crudos ligeros.

Sin embargo, como se aprecia en las cifras del párrafo anterior, hoy la mayoría del crudo mexicano es variedad maya, o sea, tipo pesado.

Las refinerías de Salina Cruz (la más grande del país), Tula y Salamanca se configuraron específicamente para refinar petróleo ligero, variedad que hoy es escasa en nuestra producción. De hecho, en 2018 Pemex importó crudo ligero de Estados Unidos para surtir sus refinerías, mismas que operaron en promedio al 50% de su capacidad. Por otro lado están las de Minatitlán, Cadereyta y Madero, configuradas para la variedad pesada y que operaron al 39, 36 y 51% respectivamente. Ello ha significado que el país tenga que invertir una suma bastante considerable para la reconfiguración de sus refinerías existentes a fin de que puedan operar a más del 80% de su capacidad. (Heraldo de México, 21/11/2019).

Aquí vale la pena aclarar también una duda frecuente: ¿el que las refinerías existentes operen al máximo de su capacidad hace innecesaria la construcción de una nueva? La respuesta es no, principalmente por dos motivos. El primero de ellos es que el petróleo no sólo sirve para producir combustibles, sino para un sinfín de industrias más que dependen de su procesamiento. Es decir, las refinerías no sólo procesan petróleo para transformarlo en combustibles, también para dotar de insumos y materias primas a otras industrias, como las de plásticos, telas, fertilizantes y demás, que ayudan justamente a generar mayores ganancias y empleos que la simple producción. Ésa es una de las razones por las cuales nuestro vecino geográfico, Estados Unidos posee 135 refinerías que son capaces de procesar hasta 20 millones de barriles diarios (mdbd); mientras China posee 179, procesando 11 mdbd; y Rusia, 40 plantas y 6 mdbd. (Diario de Finanzas, 25/07/2019).

Y segunda y conectado con el punto anterior: cuando la refinería de Dos Bocas esté lista, la capacidad de refinación instalada en México alcanzará 1.86 mdbd. Si bien el consumo de combustibles en México actualmente ronda 0.870 mdbd, vale la pena destacar que contar con una capacidad instalada mayor que el consumo diario de combustibles no es algo extraordinario, pues en realidad responde a las necesidades de insumos de otras industrias, como se observa en el párrafo anterior. En EU, por ejemplo, el consumo diario de combustibles es de 8.096 mdbd, mientras su capacidad instalada alcanza 20 mdbd.

Por ello, resulta imperioso tener en cuenta que la última refinería en México se construyó en 1979, cuando el país tenía aproximadamente 66.12 millones de habitantes. Hoy, el país tiene casi el doble de población y sigue contando con la misma cantidad de refinerías. En otras palabras, mientras la población prácticamente se ha duplicado y con ella, la cantidad de insumos que demanda, el número de refinerías se ha mantenido intacto, más allá de diversos programas de ampliación.

Ahora, el que las refinerías tengan dificultades técnicas se suma a un hecho innegable: el abandono de nuestro complejo petroquímico, fraccionado, desfinanciado y privatizado desde tiempos de Salinas de Gortari, como lo detallé en enero de 2017 con motivo del gasolinazo (Véase: https://bit.ly/2Cggktl). Como se describe en ese texto, el proyecto para México era especializarnos en la producción de crudo, elemento que menor valor agregado y ganancias genera, transfiriendo a manos privadas, nacionales y foráneas, la transformación.

El deterioro de la infraestructura, los problemas técnicos, la corrupción avalada desde las estructuras gubernamentales y la brutal especialización a la que fue sometida Pemex, en conjunto derivaron en que el sector petroquímico perdiera eficiencia; generando las condiciones ideales para transformar a un productor de petróleo como México, en un importador nato de combustibles, al grado que hoy importamos más del 70% de los que utilizamos a diario, principalmente de Estados Unidos. Aquí resalta un estudio realizado con datos del Banco Mundial y el Concilio Mundial de Energía en el que México es el último lugar de la muestra evaluada en cuanto a la producción local de las gasolinas que consume: mientras países como Estados Unidos, India o China cubren 99.5 y 100% de sus demandas con producción local, en México apenas alcanza el 22.9%. (La Jornada, 27/05/2019).

La cifra anterior no es un hecho menor y tiene impactos económicos y en seguridad. En lo que respecta a los ingresos, la dependencia del exterior de combustibles representa un enorme negocio que consume prácticamente toda la renta petrolera del país. Como lo detallé el pasado 30 de mayo en este mismo espacio, según datos del Sistema de Información Económica de Banco de México, no refinar nuestros combustibles nos costó en 2019, 21.36 mmdd. ¡Casi el valor de nuestras exportaciones de crudo que ese año alcanzaron 25.84 mmdd!

Y a pesar de que los defensores de la importación afirman que nos sale más barato comprar en el extranjero a refinar, olvidan un aspecto de primordial importancia en esta actividad (importación): nuestra raquítica infraestructura para almacenaje. Como país, México cuenta apenas con capacidad para almacenar la cantidad de los combustibles que consumimos en 4 días; mientras en la zona metropolitana del Valle de México la cifra es menor a 30 horas.

¿Qué significan esas cifras? Justamente el impacto en la seguridad nacional de México: que al día de hoy somos increíblemente vulnerables ante un shock externo que detenga el flujo de combustibles. Es decir, el país se paralizaría completamente en menos de una semana si algo llegase a cortar el suministro de combustibles que importamos. Para que tengan un parámetro de comparación: a raíz del shock petrolero de 1973, Estados Unidos amplió su reserva estratégica, misma que hoy se calcula puede albergar hasta 2,162 millones de barriles; mientras México cuenta con capacidad de 30 millones de barriles. (Energía a debate, 4/05/2020).

Los impactos en la soberanía y seguridad nacional de la dependencia externa en los combustibles no es una situación que haya pasado de largo para diversos analistas. Desde el doctor Alfredo Jalife-Rahme, quien considera que Dos Bocas será la segunda independencia de México (https://youtu.be/PRBca8RWhiE); hasta Guillermo Cárdenas Guzmán, académico igual de la UNAM, quien pide evaluar no sólo aspectos económicos como costo-beneficio, sino de seguridad estratégica para el país. (Ciencia UNAM, 1/01/2019).

Si bien siguen existiendo muchos aspectos que por razones de espacio no se abordan, espero que el presente sirva para despejar algunas dudas sobre este proyecto, que en mi humilde entender es el más importante y estratégico que se ha echado a andar en México en décadas.

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