Columnas

EL ENCIERRO Y LA SALUD

PORFIRIO MUÑOZ LEDO

La historia conoce muchas formas de encierro. Las religiosas sobreviven así como el Ramadán con treinta días de ayuno y prohibición del deseo carnal; el Yom Kipur, ayuno judío de diez días y sin labores; la Cuaresma cristiana con vacaciones pagadas y provisiones diversas que poco se cumplen; y finalmente los ejercicios de clausura más rigurosos y prolongados según la devoción del creyente. Lo que hoy vivimos no es un asueto, sino una cuarentena: “término para describir el aislamiento de personas a consecuencia de una enfermedad, durante un período de tiempo no específico para evitar o limitar el riesgo de que se extienda el padecimiento”. Generalmente toma la forma de un arresto domiciliario, con prevenciones sanitarias pero con todo género de libertades. Una penitencia con salvoconducto para el cielo, ya que “el infierno son los otros” como lo dijo Sartre.
La gran mayoría de los mexicanos hemos conocido el coronavirus sólo por la cumbia y el contagio letal ha sobrevolado nuestras cabezas como un espíritu santo. Somos el país menos afectado por cada 100 mil habitantes en Latinoamérica, salvo Cuba que incluso ha enviado médicos a Italia –país de costas porosas y organización política fragmentada-. Sorprende los efectos de la pandemia en la población blanca de Brasil, coincidente con las privatizaciones de Bolsonaro. Países confinados como los africanos han sido casi inmunes a los virus septentrionales; y la isla de Madagascar no registra ni un solo muerto, lo que también sucede por razones semejantes en Corea del Norte.
Merece mayor análisis la aguda vulnerabilidad estadounidense en contraste con nuestro país, ejemplificada en la zona fronteriza. El número de contagios en Texas y Nuevo México es de 1673, mientras los estados limítrofes de Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas suman todos juntos 86; Sonora registra 7, contra 508 de Arizona; y Tijuana 10, mientras que San Diego 297. La frontera al revés nos induce a una sana distancia. Los ciudadanos de este lado impiden con sus vehículos el tránsito de norte a sur, en tanto que las autoridades californianas decretan el toque de queda a partir de las 9 de la noche para evitar la estampida nocturna como si fueran comanches. A propósito de etnias, nuestro mestizaje parece más resistente y los pueblos indígenas de México no reportan muerto alguno.
El fenómeno es multifactorial. Otro ángulo de análisis refiere a las instituciones de salud. La diferencia entre el “Health care” de allá y el sistema pública de aquí es abismal. El director de la OMS ha dicho que en los países desarrollados la atención a la salud es preponderadamente correctiva y privatizada o semiprivatizada, mientras que en los de desarrollo medio tiende a ser preventiva y pública. En esta materia es más aconsejable la intervención del Estado y la cooperación solidaria de la población, que la mano utilitaria del mercado. Sin olvidar a los productores de alimentos chatarra que medran con la enfermedad, la deformidad genética y la debilidad biológica.
Una limitante universal es la mercantilización de la medicina moderna, su indebido acaparamiento y pernicioso abasto. Las medicinas caras podrían ser subsidiadas por algún tiempo. Todos los fármacos genéricos e intercambiables pueden ser proporcionados por las instituciones nacionales gratuitamente o a bajo precio, como lo hizo el Presidente Cárdenas cuando compró la patente de la penicilina en 1935 y el IMSS con las medicinas de libre acceso hace 55 años. Inevitable recordar que el gobierno mexicano se apropió de la producción de la entonces firma de medicamentos más grande del mundo (Casa Bayer) por “incautación de bienes del enemigo” en 1942, cuando declaramos la guerra al Eje capitaneado por Alemania.
La República Popular China suministra a gran escala las plantas medicinales o las convierte en fármacos. Numerosos mexicanos venden todavía al menudeo nuestras propias plantas en los Estados Unidos desafiando los controles impuestos al cannabis. La imaginación, el talento y la integridad son capaces de reemplazar al abuso por el servicio público.

Fuente: Expreso.press

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