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Café Cultura | La fértil Primavera

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Con apego a sus tradiciones los pueblos celebran la llegada de la Primavera, prodigio cósmico-hierático del que emergen toda clase de ceremoniales. A través de la energía solar recibe bendiciones el hombre, y con su vestimenta inmaculada busca asumir este poder. Y converja la buenaventura: vengan a la mente las épocas en que nuestros ancestros mesoamericanos vivían en equilibrio con la Naturaleza.

Recreación de usos y credos del México Antiguo vinculados a la salud, a la religión, al divertimento. Caracoles, ocarinas, cascabeles, teponaxtle tambor al hombro, huehuetltambor al suelo, instrumentos de viento y percusión, hierbas balsámicas al aire bajo el rayo del Sol…

Nuestras fiestas existen desde que hemos asociado lo natural a lo sobrenatural: al firmamento cósmico que tiene que ver con la inauguración de las estaciones del año y la reproducción del reino animal, expandiéndose estos rituales con la aportación de los pueblos agrícolas que al observar los movimientos astrales, celebraban el inicio de las lluvias y los tiempos de la siembra y la cosecha. Danzantes-chamanes, fiestas y más fiestas apotropaicas por todos los motivos, aromadas de relatos imaginativos.

Primavera, vida verde explosiva, fusión de los poderes vegetal y sagrado en el renuevo de la Creación. Las fuerzas del universo retoman su vigor primigenio y todo empieza otra vez, todo se regenera y vuelve al tiempo mítico. Sabiduría mestiza entretejida a los solsticios, a los equinoccios, a las fases de la Luna, periodos que totalizan los cuatro intervalos en que anualmente se produce un cambio de tiempo. Vuela mi mente y muy alto miro los estratos celestes, lo encendido de las constelaciones en el ojo oscuro de la noche. Arqueoastronomía, sagradas enseñanzas del Quinto Sol, “lugares-instantes”…

Oigo chasquidos en los tambores de mi corazón,

agua en cascada, oscura, subterránea,

allí me transfiguro y me derramo,

allí me confundo con el humo del copal

y la corriente que fluye como un silencio hermano,

sangre con que camina mi conciencia,

mi nahual, mi chulel…*

Vuelvo a mirar la inmensidad intergaláctica. Igual que en el Otoño, los signos del cielo nocturnal se han alterado en Primavera, tiempo en que el firmamento ofrece una gran extensión libre de estrellas. En el telescopio de mi retina aparecen racimos de galaxias lejanas, y asoman los astros en el interior de la esfera elemental. Los objetos se elevan en el frío aire, se mueven de un punto a otro y algunos descienden disipándose en el horizonte. A ojo desnudo observo la Luna, y los planetas giran en el globo nocturno de órbitas etéreas. Me circunda un faldellín de estrellas: Citlalinicue describe esos círculos seductivos en el azulmarino de los espacios. El fuego de las constelaciones gobierna mi universo: traspongo las líneas de los coluros equinocciales y escapan por mi ventana mis días solares, mis días siderales, caracoles soplando a los cuatro puntos cardinales…

Con copal divino,

con fiesta divina,

aquí te hablaré, te llamaré,

te daré copal divino,

luz divina.

Verás el agua de Siete-Flor,

aquí tú…*

El cenit irradia su luz sobre mi cabeza y perturba el nadir mis enterezas. Faldellín de estrellas soplo de mariposas; Culebra Nube transita el firmamento; Vía Láctea origen de la vida y sus mitologías. Movimiento de cuatro ondulaciones con que me unge el Sol…

*Voz náhuatl

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