Columnas

La neoliberal de huarache…

El Fogón

José Ángel Solorio Martínez

El neoliberalismo que flageló a los mexicanos durante treinta años, dejó vivas muchas raíces en amplios territorios. (A pesar del enorme zape recibido con la victoria de AMLO). Ni se han ido, todos los gobernantes de ese tipo, ni sus prácticas han sido desplazadas del todo. Hay, por todo el país, incontables promotores de esa doctrina exótica y extranjerizante.
Conservadores como lo son, pretenden lanzar iniciativas para seguir jodiendo al jodido.
(Tal es la esencia del espíritu neoliberal de compadres, de cuatachos: permitir a los grandes potentados ejercer ominosos privilegios, y a las mayorías, cargarlas con la totalidad de las pulgas).
Es el caso de la alcaldesa de Reynosa, Tamaulipas, Maky Ortiz Domínguez.
Amparada bajo un lastimoso discurso de víctima –lucra con su discapacidad de forma obscena, para acrecentar el poder y los dineros de su familia– permite que los reynosenses más acomodados no paguen ni predial, ni servicios públicos como el agua, la limpieza y otros compromisos fiscales como multas de tránsito.
La derrota del sistema neoliberal, no sólo se originó por la naturaleza depredadora sobre los recursos de las naciones. Hubo un ingrediente que evidenció ese modelo económico como un instrumento de expoliación social: la ausencia de ingredientes éticos y morales. La desincorporación de las empresas del Estado –de los Estados, si nos ponemos desde una atalaya para ver a Latinoamérica– fue realizada con desaseo, con deleznable actitud que en la mayoría de los casos, resultaron abiertos despojos, robos a la Nación.
(Sobran los ejemplos. Se puede citar, PEMEX, TELMEX, FERTIMEX, Altos Hornos, etc.)
Ortiz Domínguez, es parte de esos residuos neoliberales que aseguran que los pobres deben cubrir los impuestos que los grandes contribuyentes, por influencias y favores políticos no aportan.
La lógica neoliberal, percibe como incorrecta una política de austeridad que acote los beneficios a la burocracia: celulares, gasolina, coches, guaruras, gastos de representación, sueldos onerosos y compensaciones descomunales, aviadores, becas para sus hijos que estudian en colegios particulares y demás canonjías.
Eso nunca, dicen los profetas del neoliberalismo.
Sí ven, como Justicia social, pasar a cuchillo a los más pobres: eloteros, taqueros, vendedores de chicles, paleteros, chicharroneros, tianguistas, agua-fresqueros y demás entes sociales que excluidos por el modelo socioeconómico al que le rinden pleitesía no tienen más posibilidades de subsistir que el comercio informal.
La estulta dama, pretende sangrar más a los desangrados.
¿Cuánto puede ganar diariamente un paletero?
¿Qué ingreso obtiene un tianguista que vende prendas usadas a cinco pesos en un día de trabajo?
¿Obtendrá el salario mínimo, un vendedor de frituras, luego de pagar cuatro peseras para salir y regresar a casa?
La falta de agua potable, la crisis de la infraestructura urbana en toda la ciudad, la inseguridad, la embestida contra los carretoneros, y ahora el hostigamiento fiscal de la alcaldesa contra los comerciantes informales, está debilitando lo que parecía una figura monolítica. Ya empezó la turba a expresarse en las calles. Indicador, grave para quien es gobierno y quien aspira a perpetuarse en el cargo como si tuviera derecho de sangre.
El rechazo social –nacionalmente fue la mofa de la mayoría de los líderes de opinión– a la propuesta impositiva de Maky, es la derrota moral que refería Andrés Manuel López Obrador.
Su ímpetu protagónico, le hizo enseñar las uñas de más: algo que debe asustar no al PAN, sí a la IV Transformación.

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