Opinión con sentido

Rosario no debería (hoy) estar en la cárcel

CARLOS PUIG

Mucho se ha discutido en el país y en el mundo en los últimos tiempos sobre el populismo. Que si tal es populista, que si este otro, qué horror, es más populista.

No hay peor ni más inútil populismo que el populismo penal. Ese que quiere meter a todo mundo a la cárcel antes de saber si son o de qué son culpables. Lo intentamos décadas y así nos fue.

Hace once años el país quiso dar un paso a la modernidad creando el sistema de justicia penal acusatorio. Se dieron años para ajustar normas, procedimientos, capacitarse, hacer las cosas de otra manera. Se gastaron millones y creo que se gastaron mal y el nuevo sistema ha sufrido el embate, sobre todo, de fiscales, policías y abogados, cómodos con el viejo sistema (échenle un ojo al reciente reporte de México Evalúa).

Dijo hace unos días el presidente de la Suprema Corte, algo sabrá, cuando salió a defender el nuevo sistema: “Es la única manera de ser un país mejor, es la única manera de tener un país cuya justicia sea digna de esa palabra”.

Otros, sin embargo, tienen otros datos, incluido el juez que dio prisión preventiva a Rosario Robles y por supuesto el gobierno actual, que ha aumentado el número de delitos que merecen prisión preventiva oficiosa de manera escandalosa y que le encanta lo de la cárcel, que no la justicia.

La vinculación a proceso no es siquiera el inicio del juicio, es apenas el permiso para seguir con la investigación.

Hace once años se puso en la Constitución que todos los mexicanos somos inocentes hasta que se pruebe lo contrario en un juicio bien hecho. Sí, hasta Rosario Robles. Porque decenas de miles antes que Robles han sido tratados injustamente, años en una cárcel sin una sentencia, porque nos puede tocar a todos.

Porque justicia sería recuperar dinero, inhabilitar a empresas que se prestaron a la estafa, sancionar universidades cómplices… Eso y más.

La he citado otras veces, pero va de nuez, la brasileña Eliane Brum:

“Llorar a los inocentes es fácil. Lo que nos define como individuos y como sociedad es nuestra capacidad de exigir dignidad y legalidad en el tratamiento de los culpables. El compromiso con el proceso civilizatorio es largo y exige lo mejor de nosotros: respetar la vida de todos. Todo lo que no sea eso es demagogia”. 

@puigcarlos

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