Columnas

Tiempos violentos

David Ed Castellanos Terán 
@dect1608

El presidente, Andres Manuel López Obrador, llevaba poco más de 100 horas de mandato cuando pidió ayuda a las mamás de México para que evitaran sus hijos cayeran en al tentación de la delincuencia organizada. Hace poco, criticó a las narcoseries por presentar una cara ficticia de la moneda delictiva. 

Pero los dichos tan bien intencionados del presidente, poco han funcionado. Hoy en el país, se atestiguan homicidios con todo el matiz de un ajuste de cuentas entre grupos criminales, sin embargo, hay asesinatos que en la práctica nada tuvieron que ver los sicarios de la delincuencia organizada. 

Una mujer asesinó a otra. En la ciudad de Tampico, en el sur de Tamaulipas, una entidad mexicana del norte, vecina del estado de Texas, en Estados Unidos; en las últimas semanas se comenzaron a experimentar acontecimientos tan violentos que aseveraban el retorno de los delitos de alto impacto que se padecieron en 2010 y 2014, años en que se escribieron los dos episodios más violentos y sanguinarios de esta ciudad costera del Golfo de México. 

Apenas el domingo pasado 4 de agosto, en las calles Dr. Matienzo y Volantín, de la Colonia del Pueblo, muy cerca de la Laguna del Carpintero, un paisaje turístico natural que aglutina cientos de niños y familias enteras, fue encontrado el cuerpo sin vida de una mujer de aproximadamente 39 años, la victima estaba atada de pies y manos, con claras muestras de tortura; el impacto en la sociedad claro que no fue el mismo que hace diez años atrás, obviamente ahora los tamaulipecos como el resto de los mexicanos ya no se sorprenden de la misma manera, pero el miedo de que la violencia resurgiera con toda su bestialidad fue inevitable; Tampico, ha ocupado el primer lugar en secuestros, también llegó a compartir el Top10 de las ciudades más peligrosas de México; los tampiqueños imaginaron lo peor. 

Aquel domingo políticos, investigadores, criminólogos y líderes de opinión habían quedado enmudecidos con el hallazgo de la mujer atada a un diablito de carga, esos que usan los comerciantes de los mercados municipales para acarrear sus productos; hubo mucha incertidumbre y a pesar del miedo que invadió a la sociedad querían una respuesta judicial, pero lo que menos esperaban es que la victima hubiera sido asesinada por su hermana como se supo este miércoles, luego de que la Procuraduría General de Justicia de Tamaulipas, notificó en un comunicado que la joven Marina “N”, fue vinculada a proceso por los delitos de homicidio calificado y violación. Sí, la victima fue su hermana.

De acuerdo a las primeras indagatorias y las evidencias que presentaba el cuerpo de la difunta; algo muy grave  sucedió para que la joven Marina, actuará con tanto odio, rencor y pasión desbordada como un auténtico sicario clasificado como antisocial, aquel que se caracteriza por tener un origen en ambientes delictivos de las zonas conurbadas de las ciudades, donde la comisión de delitos son constantes e incluso llegan a ser aceptadas y alentadas por una fracción de la sociedad próxima. 

A partir de este miércoles 7 de agosto, la PGJT, tendrá seis meses de plazo para refinar pruebas y/o aportar las nuevas en contra de la joven Marina “N”, mientras tanto el Juez de Control, estableció prisión preventiva por el tiempo que dure el proceso.

Pero ¿qué fue lo que pasó? Si hace apenas unos años Marina, estaría apenas en su quinto año de primaria, tal vez ella ni siquiera se enteró del cómo inició toda la descomposición social; ella jugaba a las muñecas cuando los cárteles comenzaron a disputarse el trasiego de las drogas, tráfico de armas, personas y secuestros; el cobro de piso y extorsiones estaban a plenitud e invadían los noticiarios convencionales, esos que tenían repletas de ejecutados sus planas e informativos hasta que fueron silenciados por los crimínales para darle la oportunidad de emerger con gran fuerza a la información vía redes sociales, en donde la gente se enteraba todo lo que la radio, prensa escrita y televisión silenciaban. En efecto, Marina, era una niña; ella vivía para hacer la tarea, jugar al té, las comiditas y las muñecas; pero sin darse cuenta en su México, oh Marina, fue alcanzada por el entorno social; lo que le hicieron la desensibilizó y cayó en la habitualidad de la violencia.

Fue tanta la crueldad exhibida que la encobijó para dejarla en la calle, y le enredó una cinta canela en la cara.

No la estoy juzgando, tampoco justificando, sólo quiero rogarle a todos que prestemos atención a lo que estamos dejando de hacer para permitir que sigan creciendo bajo esa nubosidad asesina, muchas más Marinas. 

davidcastellanost@hotmail.com
@dect1608

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