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Habemus alcaldes // Entre títeres y cínicos // El Congreso, escenario disímil // Aplauso sonoro

Poco antes del mediodía nació en la Ciudad de México la figura del alcalde, pero nació con una tara, con un marca que selló el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el estigma de una elección tramposa, violenta, desigual, donde quienes perderán serán los habitantes de Coyoacán.

Ciudad perdida Miguel Ángel Velázquez

Sin sudor en la frente, forrado de una aparente inconsciencia, Manuel Negrete, el futbolista, recientemente electo por la autoridad electoral mencionada, levantó la mano derecha, acorde con su pensar, y dijo que sí, que protestaba, que aceptaba respetar y hacer respetar la ley, y entonces el cinismo debió sentirse avergonzado.

Dijo no ser Mauricio Toledo, aunque el entendido general es que si no es su hijo político, sí se ha convertido en su títere, y ello asegura que en la demarcación seguirá gobernando Toledo, quien además del TEPJF fue el único que defendió públicamente el resultado de la elección en Coyoacán.

Pero bueno, aunque no dejaremos el tema, habrá que decir que en el acto de ayer hubo más cosas, carnita para comentar. Resulta que desde antes de las ocho de la mañana, a la muy vieja usanza, medio centenar de personas, con megáfonos algunos y con pancartas otros, tomaron la esquina de Donceles y Allende para gritar en favor del alcalde de Venustiano Carranza, Julio César Moreno, quien se mostraba feliz de que los acarreados, esa especie en extinción que se mira ridícula y fuera de tiempo, corearan su nombre.

Y como nadie quería ser menos, Francisco Chíguil, electo por el milagro de las encuestas en Morena para gobernar la GAM, derrotaba a los otros cinismos y se colocaba al frente del grupo de alcaldes que se tomaban la foto.

De cualquier forma, aunque en la esquina el pasado amenazara con desbordarse dentro del Congreso, en el recinto los tiempos parecían acoplarse a la realidad y la composición de la bancada general ponía en claro cuál era el mandato de las urnas y por ello los diputados de Morena aparecían por todas partes.

Caso raro el de José Ramón Amieva, jefe de Gobierno, a quien unos y otros recibieron con sonrisas y palmadas de apoyo, como reconociendo que en muy poco tiempo ha logrado enderezar un tanto el barco de la ciudad que se estaba yendo a pique.

Y luego, por si algún cínico se escapara, Sergio Mayer, quien no sabe diferenciar una librería de una biblioteca –claro, porque él no es Sócrates–, se aseguró de estar en todas las fotos posibles, junto a todos los diputados posibles, porque alguien le dijo que eso era purititita cultura.

Pero el aplauso mayor fue para la diputada del PT Lizette Clavel, quien frente a Manuel Negrete repudió el fallo de la autoridad federal electoral y se dijo lista para no dejar solos a los habitantes de Coyoacán. La aprobación de los reunidos en Donceles y Allende casi fue general; sólo un puñado de perredistas no se unieron al sonoro y largo aplauso.

En fin, ayer comenzaron los trabajos de las alcaldías y aún hay muchas cosas que discutir, entre ellas lo que advierte la Constitución Política de la Ciudad de México respecto de su funcionamiento, que, como dijimos, está en entredicho. Ya veremos.

De pasadita

Mañana es 3 de octubre, fecha empapada de dolor que se borró de la memoria de muchos. Y es que muy pocos recuerdan con certeza qué fue de sus vidas aquel jueves, porque la vergüenza de lo sucedido una noche antes rebasaba incluso la pena del dolor. Dos de octubre no se olvida para aquellos que no recuerdan el tres, aunque ese 1968 se le olvidó al poder, que en palabras de Jesús Martín del Campo no aprendió aquella lección y volvió a articular los sistemas de represión en estos tiempos, aunque advierte que eso, por fin, ya terminó. Hoy Tlatelolco se llama Ayotzinapa, que no se nos olvide.

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