Estado

El colapso del PRIAN en Tamaulipas…

José Ángel Solorio Martínez

En las últimas tres elecciones presidenciales en Tamaulipas, el PRI -2000, 2006 y 2012- ha obtenido un modesto segundo lugar. Inició su historia con el descalabro a Labastida, para seguir con Madrazo, y para cerrar, esa misma medalla de bronce se la llevó Enrique Peña Nieto.
(Cierto: ganó la Presidencia, pero perdió en la entidad).
En un juego un tanto perverso, el PAN y el PRI, se repartían el pastel de la nación. Con una estrategia de terror y temor, habían logrado relegar de una u otra forma a la Izquierda representada mayoritariamente en el país por Andrés Manuel López Obrador.
Desde arriba, el PAN y el PRI –el PRIAN, que certeramente AMLO transformó de proclama social a una categoría política- administró el gobierno federal. Tanta confianza se tuvieron, que cometieron la osadía de impulsar reformas estructurales –educativa, laboral, energética- sin el menor miramiento. Sus resultados, fueron desempleo y alzas desmedidas que golpearon a los mexicanos más vulnerables: gasolinazos, congelamiento de salarios, alzas en el gas doméstico.
En Tamaulipas, el PRIAN se repartió espacios de autoridad y mando.
Como hermanos, gobernaron nuestro estado.
Sólo que a nivel nacional es una cosa, y en el plano regional, local, es otra.
A lo mejor, a nivel central la repartición es sencilla. En nuestra comarca, no lo es tanto. Afloran contradicciones, salen rencillas, reviven fobias.
El PRIAN, -hasta el momento- es un mito genial en Tamaulipas.
Aquí cada quien se rasca con sus uñas.
El PAN, el PRD y el MC, andan cada uno en su mecate.
A ras de suelo, esa osada tercia no ha funcionado ni funcionará.
Justo la idea del candidato Ricardo Anaya, de sumar al PRD y al MC –y no a sus aliados internos más poderosos: Margarita, Madero, Fox, Calderón, Germán Martínez, Cuevas y Espino- fue el punto de ruptura con el PRIAN y el momento de inflexión de su relación con el Presidente Peña Nieto.
Y el alejamiento –que consideró prudente y estratégico Anaya, hacerlo mediante una confrontación para cortejar a los ciudadanos de corte opositor- del Presidente le hizo perder impulso y aliados.
Tamaulipas, es un ejemplo de ello.
No existe ni el PRIAN, ni el Frente por México. Acaso en algunos lugares como Tampico y Reynosa, sean los lugares donde el Frente funcionará como coalición. En los restantes 41 Ayuntamientos, ni sus luces.
Lo mismo en las 9 diputaciones.
Y peor en las senadurías. Ismael lo que menos piensa es ayudar a otros; quiere lo suyo. Y en eso está.
Los distritos en donde ha mostrado más cohesión el Frente, son el de Tampico y uno de Reynosa. Los restantes, son patéticos; como el de Victoria que fue entregado a un candidato del Movimiento Ciudadano, regidor Mario Alberto Ramos. Anda solo y su alma el chico. Apenas el chofer lo acompaña en su loca aventura.
Ese margallate, ha impactado directamente en la estructura del PRI tamaulipeco. El panismo local, tiene de adversario al PRI –lo que menos le interesa es que el tricolor suba en sus preferencias- en las diputaciones y en las senadurías. Los candidatos al Senado priistas, confiaban en que el fenómeno PRIAN funcionara y los salvara del despeñadero.
Pero no.
El PAN va por lo suyo.
Ni a sus aliados del PRD o el MC, les tira un lazo.
Sálvese quien pueda, parece ser la máxima de la coyuntura.
Faltan dos meses para visualizar lo que se prevé.
El adiós al PRIAN.
Y la despedida a la hegemonía, de un régimen que prohijaron gobernadores como Cavazos Lerma, Tomás Yarrington, Eugenio Hernández Flores y Egidio Torre…

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