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CLADERÓN Y PEÑA EN SUS GUERRAS MATARON EL FUTURO DE MILLONES DE NIÑOS, AFIRMA SAVE THE CHILDREN

La organización civil internacional Save The Children afirma que en México existe desesperanza e incertidumbre sobre el futuro entre la niñez y la juventud. Los niños y adolescentes no saben qué les espera en los próximos años, producto de una década de “guerra contra el narco” iniciada por el ex Presidente Felipe Calderón Hinojosa, y continuada por la administración del Presidente Enrique Peña Nieto.

Jorge Vidal, director de Programas de Save The Children en México, dice en entrevista con SinEmbargo que no sólo son los estados más golpeados por la inseguridad y la lucha de las bandas del crimen organizado en territorios como Michoacán, Guerrero, Tamaulipas o Chihuahua los que se encuentran en esa situación. “Es todo el país el que está inmerso en una desesperanza”, afirma.

“Cada vez más nos encontramos con una sensación de los adolescentes, de los jóvenes que no tienen posibilidades de vida futura, de tener incertidumbre sobre lo que viene. Hace unos 30 años que nuestros padres o nosotros mismos podríamos tener planeado hacia dónde ibas, hoy ya no hay nada de eso eso. Hay chicos de 15 años a los que es bien triste escuchar y que te dicen ‘espero poder acabar la secundaria y después no sé qué es lo que va a seguir’. Tenemos que empezar a trabajar para darles elementos y mantenerlos motivados en la construcción de un plan de vida, enseñarlos a creer que ellos tienen la capacidad para hacer cosas diferentes”, explica Vidal.

Entrevistado en las oficinas de la organización y desde el jardín de la sede de Save The Children en México, el directivo afirma que para rescatar a las nuevas generaciones de la violencia, hace falta inversión y políticas públicas a mediano plazo, acordes a cada una de las regiones del país. Los esfuerzos del Gobierno mexicano son insuficientes.

“Los esfuerzos del Estado no llegan a ser suficientes: primero, por presupuesto, y segundo, por la intención de establecer una política pública uniforme para todo el país. Tenemos condiciones diferentes que nos llevan a la necesidad a políticas públicas mas particulares para cada zona del país”, detalla.

De acuerdo con el estudio “Pobreza y derechos sociales de niños, niñas y adolescentes en México 2014” –realizado por la Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval)–, México invierte en la atención de la niñez entre 0 a 5 años 0.8 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), una cantidad inferior que países como Honduras, Costa Rica, Argentina y Guatemala; aunado a ello, el gasto per cápita en desarrollo humano es inferior en la primera infancia que en el resto de los menores de 18 años.

Países como Honduras, Costa Rica y Argentina destinaron 1 por ciento del PIB en 2014, con 1.6, 1.5 y 1.3 por ciento, respectivamente.

“Cuando se estima la proporción del gasto público total en este grupo de edad, México sigue estando por debajo de países como Honduras y Guatemala, y una tendencia similar se observa al analizar el gasto en la primera infancia como porcentaje del gasto público social, que en México fue de 7.6 por ciento, pero en Honduras fue de 14.1 y en Costa Rica de 13.3 por ciento, de acuerdo con el estudio sobre inversión en la primera infancia en América Latina elaborado por UNICEF, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI)”, indica dado a conocer en abril.

Es decir, México destina menos gasto público para elevar el Índice de Desarrollo Humano de la niñez – aquel que mide salud, educación e ingreso– mientras que en otros rubros, como en el gasto en obra pública se registró un incremento entre 2009 y 2014 (de 658 mil 200 a 820 mil millones de pesos) según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), sin que ello se tradujera en un mayor valor de la inversión (866 mil 300 a 691 mil 800 millones de pesos).

–¿Cual es la realidad que ha dejado la guerra contra el narco en México en la niñez y juventud?

–Lo que ha sido denominado como ‘guerra contra el narco’ es una estrategia de Gobierno que ha tenido sin duda movilizaciones en todas las características del actuar del Estado y que también, debo decir, no ha sido esta estrategia que pudiera parecer que es únicamente un elemento policiaco, militarizado. En realidad va acompañado de muchas estrategias que el Gobierno federal ha realizado, como el rescate de espacios públicos, acciones de carácter preventivo en escuelas, en instancias juveniles, infantiles, a través de la cultura, el arte y la educación. Pero hay mucho por hacer todavía, que es lo que da la pauta para que las organizaciones de la sociedad civil participemos en esta suma de acciones con los gobiernos estatales, municipales y federal. En muchas ocasiones de manera complementaria ante las limitaciones que el Estado presenta para cubrir todo el espectro.

–¿Cuáles son los estados en donde hay más problemas con los niños o donde los niños han quedado más impactados por la violencia e inseguridad en México?

–A nivel impacto, pues todos los días los niños y los adultos nos encontramos con información de todo lo que está sucediendo en el país, incluyendo el estar muy conscientes de lo que pasa en el día a día y que no sale en los medios de comunicación. Yo creo que el reto es no dejar de ser sensibles ante lo que pasa. Ya es preocupante y alarmante para nosotros las cifras de muertes que encontramos en los medios de comunicación. Reconocemos toda la situación de violencia como un fenómeno que está causado por muchos elementos: tenemos una gran falta de oportunidad en la educación para los jóvenes en la etapa posterior a los 15 años años; dificultades para el empleo, para la cobertura de atención de la salud, un incremento en el embarazo adolescente, en la muerte de la población juvenil a causa de accidentes de tránsito y que son parte de lo que genera un entorno de violencia, inequidad e inestabilidad social. Pienso que el impacto es por igual a todos los estados, no es sólo ante las muertes a partir del crimen organizado, es una violencia generada en otros espacios, el acoso escolar por ejemplo. En las estadísticas nacionales más de 30 por ciento de los niños reportan haber sufrido violencia en las escuelas y cuando ves la gráfica por estado es muy estable y similar en todo el país.

–¿Tienen datos de cuántos niños han sido víctimas de la violencia?

–Mira tenemos un subregistro muy amplio y lo que hacemos es basarnos en las estadísticas oficiales. Lo más adecuado para hablar es tomar las bases oficiales, pero sí decirte que los datos nuestros son una muestra de la gran diferencia que existe en el país. Hay escuelas en espacios y ciudades con gran calidad de vida y altos niveles de acoso. Hay escuelas rurales, indígenas con una gran armonía y mejores situaciones de respeto que favorece la misma cultura local.

–Sobre los estados, mi pregunta más concreta es: en Chihuahua, Tamaulipas, Nuevo Léon, que son estados golpeados por el crimen organizado y militarizados, hay muchos huérfanos de la guerra contra el narco. ¿Qué pasa con estos niños? ¿Cómo están creciendo? ¿Cómo están impactando en la sociedad?

–Es una buena pregunta porque finalmente pone en la mesa un reto que el propio Estado empezó a dialogar con la sociedad civil, en términos de reconocer que hace falta un programa de atención y sensibilización, de acompañamiento a estos niños y niñas que han quedado sin un padre y madre a causa de estas situaciones. Y no son las chicas y chicos únicamente hijos de participantes en grupos del crimen organizado, sino hijos e hijas de militares que forman parte de estos fenómenos y que tenemos que mirar como sociedad a estos niños. Sobre todo pensando que representa un reto para poner en la mesa otro tipo de oportunidades y poder mostrar que debemos construir juntos espacios alternativos en donde el desarrollo económico y social de su propia familia pueda darse dentro de un marco de ley, que hoy no se está dando, y que muchas de las ocasiones los jóvenes y los adultos que entran al crimen organizado, insisto, surge a partir de las dificultades y falta de oportunidades que la gente tiene para una inclusión laboral en espacios dignos. También debe uno decirlo, la inclusión de muchas estas personas al crimen organizado es por amenaza, que es lo que pasa en muchas ocasiones, cuando chicos de 16, 17 años se ven obligados a participar cuando son amenazados, con relación a su propia vida y de la familia. Son atractivos para el crimen organizado y las características del entorno no están brindando la oportunidad a los jóvenes para poder negarse.

–Cuando hablamos de características del entorno, ¿hablamos de una falta de atención de parte del Estado a estos entornos como Chihuahua o Tamaulipas?

–Por supuesto en estas ciudades y en cualquier otra, sin duda se ha visibilizado más el fenómeno en estados como Guerreo Michoacán, Chihuahua y Tamaulipas. Pero pasa en todos los estados donde tenemos un porcentaje importante de jóvenes que dejan la escuela después de la secundaria o bachillerato, el número de planteles educativos se reduce y los jóvenes tienen la escuela a 30 kilómetros de su comunidad, no hay transporte que permita que se trasladen a estos espacios y no tienen los recursos para poder pagar el transporte diario o para irse a vivir a la comunidad donde está el plantel educativo.

–¿Cuántos jóvenes ya no siguen estudiando?

–En términos oficiales hoy en día el 62 por ciento de jóvenes entre 15 y 19 años están estudiando. Superior a los 19 años, lo que es equivalente a la formación técnica, profesional universitaria, solo están 25 por ciento. Cuando están arriba de los 25 años, solo 7 por ciento, hablamos de posgrado. Hay una gran diferencia, pues tres de cada cuatro jóvenes mayores a 19 años ya no están en un espacio educativo. Chicos que en el mejor de los casos tienen una formación de preparatoria. Hay dificultades para que se empleen y encuentran empleo en el sector formal con salarios no adecuados, que no son suficientes para tener las condiciones de vida mínimas y una adecuada alimentación y cobertura médica. Cuando tenemos jóvenes en esta edad de 19 a 24 años que empiezan con una vida económica, que han empezado una vida sexual, nos encontramos con un porcentaje importante de chicas que están embarazadas, aun siendo menores de 19 años. Recientemente presentamos un estudio en mayo con relación al embarazo adolescente y nos encontramos con fuentes oficiales que uno de cada seis embarazos en el país, están relacionado con chicas de 15 a 19 años. Tenemos chicas y chicos que no pueden seguir estudiando, que son padres y madres de familias. Cada vez más nos encontramos con una sensación de la gente, de los jóvenes que no tienen posibilidades de vida futura, de tener incertidumbre sobre lo que viene. Hace unos 30 años que nuestros padres o nosotros mismos podríamos tener planeado hacia dónde ibas, hoy ya no hay eso. Hay chicos de 15 años que es bien triaste escuchar y que te dicen ‘espero poder acabar la secundaria y después no sé qué es lo que va a seguir’. Tenemos que empezar a trabajar en darles elementos y mantenerlos motivados en la construcción de un plan, en creer que ellos tienen la capacidad para hacer cosas diferentes.

LA DESESPERANZA

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© Proporcionado por Sin Embargo

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–Esto me parece muy importante. Ya lo he escuchado de otros especialistas cuando se refieren a la población en general y hablan sobre que hay una falta de esperanza. ¿Cuáles serían los principales motivos que han llevado a que la juventud no vea un futuro? ¿Es la violencia? ¿La pobreza? ¿La falta de empleo?

–Es todo lo que mencionas. Es la falta de oportunidades en las comunidades. Es la falta de servicios para todos, de políticas públicas realizadas de manera más específica a las características y condiciones de cada uno de los sectores. No es posible que pensemos políticas públicas generales que tienen que ser aplicadas por igual en todos los entornos. Tenemos un país tan grande y complejo, en términos de una gran cantidad de grupos indígenas, de situaciones, comunidades rurales, tenemos dos fronteras importantes. Somos un espacio de tránsito para un grupo numeroso de gente sudamericana que quiere llegar a Estados Unidos. Es importante decir que la gente que migra del país, 47 por ciento están entre los 24 y 29 años, lo que llamamos fuga de cerebros. Ellos tienen formación académica. Están en las becas del Conacyt y otros organismos. Se van a estudiar al extranjero y ya no regresan, porque las propias condiciones sociales de esos países, los invita a quedarse en esos espacios. Es un grupo pequeño, el resto de los jóvenes son los que esperan irse a Estados unidos y trabajan a partir de la fuerza física, como parte de la fuerza informal de ese país que recibe a muchos compatriotas. La migración es un fenómeno que hemos visto poco, pero que en México es una crisis humanitaria.

–En México, ¿qué tantos niños están dejando solos el país?

–Mira es un número importante. Hay datos muy amplios, ahora se habla de un par de decenas de miles de niños que intentan cruzar la frontera y que el gobierno estadounidense los regresa. Muchos de ellos en búsqueda de sus familias, muchos los logran, porque históricamente ha habido migración. Alrededor de 26 mil niños y niñas están desaparecidos de México y Centroamérica, que iniciaron la ruta migratoria y no llegaron a su destino.

–¿Ven que México esté tomando medidas, visibles y medibles, para que este sentimiento de los jóvenes de que ya no hay futuro en el país, se modifique?

–Sin duda hay un esfuerzo del Gobierno mexicano, hay ejercicios de la Secretaría de Gobernación, de la Secretaría de Desarrollo Social, hay acciones de la Secretaría de Salud, hay esos esfuerzos cotidianos.

–¿Pero qué hace falta?

–Hace falta inversión, hay una carencia importante del presupuesto para la inversión en el carácter preventivo en niños y niñas, una falta de inversión en jóvenes. Los esfuerzos del Estado no llegan a ser suficientes, primero por presupuesto y segundo, por la intención de establecer una política pública uniforme para todo el país. Tenemos condiciones diferentes que nos llevan a la necesidad a políticas públicas mas particulares para cada zona del país. Falta eso y establecer pautas para programas de mediano plazo. Los programas están definidos de manera anual, no es posible mantener programas permanentes de acción en las comunidades.

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