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ABUSO A MUJERES MIGRANTES; ENTRE EL MIEDO AL ARRESTO Y EL ACOSO SEXUAL

Ella sigue limpiando oficinas por la noche, cuando ya no hay nadie, pero aun así siente miedo.

No puede olvidar lo que le ocurrió hace 16 años, cuando su supervisor la violó en una silla reclinable de una de las oficinas que limpiaba en Los Ángeles.

“Me dijo ‘aquí se hace lo que yo digo’”, explicó esta guatemalteca de 47 años que vive ilegalmente en Estados Unidos. “Me puse a llorar”.

Lo mismo le ocurrió meses después con otro supervisor que la violó en el suelo de una habitación llena de cajas.

“’Grita. Aquí no hay nadie’”, le dijo.

La inmigrante, que prefiere no decir su nombre debido a que está sin documentos, es una más de las muchas trabajadoras de la limpieza que cada año sufren abuso o acoso sexual en sus puestos de trabajo y no se atreven a denunciarlo por miedo a perder su empleo o ser deportadas, aseguran activistas y sindicatos.

Un estudio del 2016 de la Universidad de Berkeley sobre el problema del acoso a trabajadoras de limpieza cita a expertos que calculan que tres cuartas partes de ellas han sufrido acoso sexual de algún tipo.

El 2017 se vio marcado por una ola de acusaciones de abuso sexual en el mundo del espectáculo y de la política, con congresistas que han dimitido debido a escándalos que se han hecho públicos o actrices que han denunciado ese acoso en las redes sociales. Sin embargo, el asedio a mujeres inmigrantes que limpian casas, hoteles u oficinas no sale a la luz debido a las pocas protecciones con las que las mujeres cuentan y el miedo que tienen a hacerse oír, aseguran sindicatos y asociaciones de trabajadoras.

“Estas mujeres son las más vulnerables entre las vulnerables”, indicó Alejandra Valles, del sindicato SEIU United Service Workers West, que representa unas 15.000 mujeres, en su mayoría inmigrantes que limpian oficinas.

“Son una presa fácil porque (supervisores, porteros) saben que nueve veces y media de cada diez estas mujeres no van a decir nada porque tienen mucho que perder, mucho más que otras mujeres francamente, debido a su estatus migratorio y debido a su miedo a la deportación, especialmente bajo este gobierno”, agregó Valles en referencia a la administración de Donald Trump, que ha aumentado en un 40% los arrestos de inmigrantes sin autorización.

Existen pocas estadísticas sobre el problema porque pocas mujeres reportan el abuso. El sindicato nacional Unite Here realizó un sondeo en el 2016 en el que concluyó que un 60% de sus miembros que limpian hoteles en Chicago había experimentado algún tipo de abuso sexual.

El riesgo a sufrirlo es grande entre estas trabajadoras porque suelen limpiar solas una casa, la habitación de un hotel u oficinas por la noche, aseguró Isabel Escobar, una guatemalteca de 59 años que vive en Chicago, limpia casas y forma parte de la asociación de ayuda National Domestic Workers Alliance.

Otro problema para estas mujeres es que trabajan para pequeños subcontratistas, lo que hace más difícil que empresas grandes que adquieren los servicios de éstos se enteren del abuso, dijo Valles.

Las hispanas, además, sienten vergüenza y culpa tras los ataques, afirman las inmigrantes.

“Es parte de nuestra cultura decir que una se lo buscó”, aseguró la guatemalteca que fue violada. “Es fácil decir que fue nuestra manera de vestir, que una misma provoca estas cosas”.

La inmigrante, una viuda, asegura que siguió limpiando después de los ataques porque no hablaba inglés y necesitaba el dinero para poder subsistir y traer a sus tres hijos de Guatemala a Estados Unidos.

Etelbina Hauser, una hondureña de 58 años que vive en Seattle, aún recuerda sus primeros trabajos limpiando apartamentos en Nueva York hace más de una década.

Una vez, dijo, el dueño de la casa que limpiaba la esperó desnudo en el baño. Otra vez, en Denver, Colorado, un estadounidense la llamó para que limpiara su casa, y cuando llegó le dijo que en realidad lo que quería era mantener relaciones sexuales.

“Es algo indigno”, dijo la inmigrante que vivió ilegalmente en el país durante sus primeros años de trabajo. “Al llegar no conocemos el idioma, no conocemos las leyes. Pero pasamos por experiencias bastante dramáticas que te dejan huella”.

Activistas y trabajadoras organizadas a través de sindicatos y asociaciones han logrado algunas pequeñas victorias: en Chicago, por ejemplo, los hoteles deben entregar a las trabajadoras un pequeño dispositivo que se puede apretar en caso necesario para avisar a personal de seguridad. Los principales operadores de hoteles de la ciudad de Nueva York acordaron en 2012 entregar el dispositivo a trabajadoras sindicalizadas después de que una de ellas denunciara por acoso al entonces exdirector del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn. Los cargos contra él fueron después desestimados.

Daniela Contreras, una mexicana de 34 años que ayuda a otras trabajadoras de la limpieza a través de la National Domestic Workers Alliance, aseguró que el debate nacional que existe ahora sobre el acoso sexual ha ayudado a que algunas inmigrantes se animen a explicar sus experiencias.

“Sigue sin ser fácil”, sostuvo Contreras, a la que el dueño de una casa se quitó toda la ropa enfrente suyo cuando ella cuidaba de su hijo pequeño. “El acoso está en todas partes

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