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¿PUEDE GANAR EL PRI LAS ELECCIONES DEL 2018?

Peña Nieto llegó al poder bajo el halo del “nuevo PRI”. Ya no eran los dinosaurios de antes sino una generación política diferente. El mismo Peña los presumió en cadena nacional: Javier Duarte, Roberto Borge, entre otros, como protagonistas de la renovación tricolor.

Pero hoy el momento es distinto. De cara a 2018, el Presidente llega con apenas dos dígitos de credibilidad acompañado de su partido en tercer lugar de las encuestas.

Yo no me compro el cuento de que Andrés Manuel ya ganó. Es el rival a vencer, pero no subestimemos la capacidad del Presidente y su partido para ganar el año siguiente.

Es cierto que llegarán en una posición débil pero cuidado, hay elementos para considerar que no habrá ningún miramiento ético-político para sacar el resultado. Algo así como lo que hicieron en el Estado de México, pero a escala nacional. Más difícil tal vez, pero no imposible.

¿Por qué si puede ganar el PRI?

Primero la vuelta a la “liturgia” del Tapado. Como me decía mi amigo periodista Javier Garza: los mexicanos estamos encantados otra vez con el rito autoritario de quién será El Elegido. La comentocracia concentrada en quién fue más aplaudido en el evento, a quién sentó el Presidente a su derecha, con quien se cierra el ojo, a quién vio medio feo… Olvidamos que estamos ante una de las peores tradiciones autoritarias del sistema político mexicano. Un reality político que nos fascina y funciona.

Segundo, el “dedazo” institucionalizado como “el método de convención de delegados para la elección de los candidatos” aprobado por el Consejo Político nacional del PRI en tiempo record. Hacen una Convención para legitimar las instrucciones que llevan desde Los Pinos y convencernos de que es un método democrático.

Tercero, el cinismo de su líder, Enrique Ochoa, para lucrar con la necesidad que dejó el sismo del 19-S y defender aberraciones contra-políticas como la eliminación de los plurinominales y el financiamiento público a partidos. ¿Acaso cree usted que Ochoa Reza, con todo y doctorado en Columbia no entiende lo que propone y defiende? Por supuesto, pero no importa. Porque hay que ganar a cómo de lugar y para esas batallas se sabe con el apoyo de su cuate el Presidente. Golpea, que al final algún daño haces.

Cuarto, la destitución de Santiago Nieto de la FEPADE en lo que apesta a un manotazo presidencial por su actuar crítico en el caso de corrupción Lozoya-Odebrecht. Tiene razón el encargado del despacho de la PGR: Santiago Nieto si violó el Código de Conducta, pero no el formal sino el informal. Atentó contra los intereses del partidazo y el grupo en el poder. El mensaje está dado: eso no se permite.

No son factores estadísticos. Esos merecen otro tipo de análisis, sino factores de poder. Hechos que nos permiten intuir que el PRI y el Presidente van por todo en 2018. Cueste lo que cueste. La puesta en marcha de una estrategia que nos regresa a lo peor del priismo en pleno 2017: autoritarismo, dedazo, intolerancia, represión, dinero. La Guerra Sucia en tiempos digitales.

¿Por qué no habrían de hacerlo si funciona?

Son tan buenos que nos venderán a Meade (o aquel que más convenga) como el tipo honesto, sencillo y capaz. El antídoto moderado frente al virus populista. Nos dirán, incluso, que Meade “no es priista”, cuando en realidad ha sido parte del mismo sistema corrupto.

Y detrás de esa figura aparentemente limpia veremos la operación partidista en todo su esplendor: el aparato de calle, el “movimiento territorial”, el manejo de los Institutos Electorales, el control de los medios, la división de la oposición, la cooptación de instituciones, las alianzas pragmáticas. Lo que se ocupe, pues.

El proceso electoral ya empezó, veremos al PRI moderno en el eslogan y al Candidato Limpio en la campañas, pero al PRI de siempre en acción.

Pero no olvidemos que en política camino es destino, no importa quién llega sino cómo llega. Recuérdelo a la hora de votar.

 

 

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