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Decenas de niños en el colegio Rébsamen “textean”, atrapados entre los escombros

La imagen de la tragedia es demoledora: En ruina, un edificio de más de tres pisos y, en su interior, decenas de niños atrapados entre los escombros. El saldo preliminar más de 30 sin vida, más de 30 desaparecidos, y más de una decena de heridos trasladados a los hospitales.

Es el colegio privado Enrique Rébsamen, ubicado al sur de la ciudad, a una calle de la calzada de las Brujas, en la delegación Tlalpan, ahí cualquiera de los rostros de los voluntarios, de los vecinos, elementos de Protección Civil, de la Marina, el Ejército y la Marina lucen desencajados. Saben de la magnitud de la tragedia que dejó el sismo de 7.2 grados en la capital del país.

Todos corren presurosos acarreando picos, palas, medicamentos, tanques de oxígeno y dosis de adrenalina y penicilina para los sobrevivientes. En las esquinas que rodean al colegio se vocea a los padres de los niños que van encontrando; en otra esquina, en una bocina, pasan los mensajes de algunos niños que “textean” desde los recovecos que ocultan los escombros.

“Parece una bomba de tiempo”, dice a Apro un bombero de la UNAM, quien fue relevado en el rescate. El hombre relata con rostro duro que la situación es “alarmante”, pues con un movimiento de más se acabaría con la esperanza de vida de los niños que se encuentran adentro.

En las calles corren hombres con cientos de polines para que ya no se desplome el resto de la escuela, también está dispuesta maquinaria pesada a una cuadra por si se utiliza. En sentido contrario van decenas de carretillas con escombros de concreto, mientras las ambulancias entran y salen a las oscuras calles aledañas.

Cuauhtémoc “N”, del cuerpo de bomberos de la UNAM comparte:

“El panorama es complicado. Nos tocó sacar cuerpos de niños, maestros y personal de intendencia. Varios iban heridos, otros sin vida. La labor por hacer es mucha y nos llevará toda la noche, aparte, lo tendremos que hacer con poco margen de error, pues hay muchas vidas en juego”.

Manuel Isaac, enfermero que estaba en las labores de rescate, describe el panorama de salud o del sufrimiento de las víctimas del sismo:

“Su panorama es triste. Adentro ya no necesitamos comida, agua y ropa. Ahora lo que requerimos es medicamento, penicilina, antibióticos, oxígeno y hasta adrenalina y otras soluciones para atender la acidosis metabólica o el aplastamiento de extremidades y otras partes del cuerpo. Hay gente agonizando, es un infierno para quienes están adentro”.

Afuera la zona ya está acordonada, sin acceso, toda el área sumida en la oscuridad. A unos minutos, frente a Galerías Coapa, un edificio de ocho pisos colapsó y hay familias atrapadas en los escombros. No se sabe aún la magnitud del suceso.

 

JUAN CARLOS CRUZ VARGAS

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