Nacional

EL PRD A LA SEGUNDA DIVISION

 

Con el apoyo de Cuauhtémoc Cárdenas, López Obrador fue presidente nacional del PRD.

Para entonces el partido ya contaba con prerrogativas públicas y varios espacios de representación popular. En su gestión nunca le interesó un partido con vida interna, menos la formación de cuadros ni el análisis y la elaboración de documentos, él tenía como propósito fundamental ganar elecciones; su preocupación era obtener recursos económicos y candidatos competitivos, buscó y encontró operadores políticos que le fueran leales y marginó a quienes intentaron también priorizar la construcción y el fortalecimiento político de sus estructuras. Su pragmatismo siempre contó con el apoyo del ingeniero Cárdenas y de los grupos corporativos de menor cultura democrática al interior del PRD.

Con recursos económicos crecientes logró sustituir las estructuras partidarias con miles de personas contratadas en las “brigadas del sol” que propagandizaban electoralmente al partido, logró que éste tuviera buenos resultados electorales; a partir de entonces lo importante era tener popularidad, recursos económicos y obtener votos. La carrera partidista ya no importó, muchas veces se convirtió en un obstáculo. El pragmatismo de López Obrador superó ampliamente al liderazgo moral del ingeniero Cárdenas, pues mientras éste se desgastaba con un ejercicio poco eficaz y eficiente en la Jefatura de Gobierno del DF Andrés Manuel lograba día a día más lealtades al interior del partido.

Cuauhtémoc Cárdenas abandonó el cargo de jefe de Gobierno para ser candidato por tercera ocasión a la Presidencia del país; al hacerlo, se aseguró de que su sucesor en la candidatura a la administración capitalina fuera López Obrador.

El resultado electoral del año 2000 fue para el PRD contrastante, la alternancia llegó finalmente al gobierno federal por el lado conservador del PAN y su candidato, Vicente Fox; el ingeniero Cárdenas pasó a un tercer lugar y Andrés Manuel conservó la Jefatura de Gobierno con apenas dos puntos de diferencia. En el transcurso de esa campaña López Obrador logró la adhesión de Marcelo Ebrard; sí, el mismo que operó durante el régimen de Salinas contra el PRD que públicamente manifestó que él no era de izquierda, su principal afición era el espionaje político para cooptar o destruir adversarios.

Andrés Manuel logró un buen ejercicio de gobierno, marcó diferencias ante la ineficaz y frívola administración federal de Vicente Fox; impuso un estilo de gobierno austero y trabajador y construyó políticas sociales bien evaluadas por la población, pero al PRD lo dejó marcado con una cultura donde la lógica era tener dinero y popularidad, más como una máquina de elecciones que como un verdadero partido político.

Cuauhtémoc Cárdenas y López Obrador concibieron al PRD como un pasaporte a la Presidencia de la República desde su concepción de líderes nacionalistas o populistas. 1994, 2000, 2006 y 2012 fueron años en los que ambos, hasta por dos ocasiones, buscaron la Presidencia de la República, para ello el PRD les era útil y lo abandonaron cuando ya no lo consideraron así.

La degeneración final vino con la llegada de personajes más cercanos a las mafias que a corrientes políticas o ideológicas. La incapacidad, el oportunismo y lo acomodaticio de las llamadas corrientes de opinión permitieron que estos personajes tuvieran preponderancia en las decisiones del PRD, este proceso degenerativo no fue súbito o atribuible a un grupo o a un personaje, tuvo su raíz en la manera en que se concibió al partido desde un principio por su principal dirigente y que se continuó con la llegada de otros líderes que sólo buscaron obtener sus propósitos personales se degradó aún más cuando el dinero se convirtió en el recurso fundamental para alcanzar candidaturas a cargos partidarios y de elección popular.

Sólo un golpe de timón demasiado fuerte, prácticamente imposible de lograr, permitiría una renovación en el PRD; sin embargo, es más probable que en muy poco tiempo sólo podamos observar los restos del naufragio

Renè Arce

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