Estado

Baltazar…¿Crónica de una derrota anunciada?

Escenario Político l Marco Antonio Torres de León

Una cuesta difícil de subir y una montaña dura de conquistar está encarando el PRI en las venideras elecciones del primer domingo de junio.

Amén de ser inéditas, estas elecciones -a gobernador, a alcaldes y a diputados locales- no son, por mucho, el día de campo que todo mundo en el PRI espera.

Parece ser que habrá nubarrones y ventarrones… no solo ventiscas inocuas.
Nada fácil es el reto para el PRI, máxime porque sus protagonistas están metidos cada uno en su propio proyecto, ensimismados, cada uno defendiendo su nombre y sus apellidos, sin ceder un ápice de voluntad amigable para con su propia gente, ni tampoco a favor del
mismo PRI.

¿Qué ocurre en el PRI, que pasa con Baltazar Hinojosa Ochoa y su cohorte de colaboradores cercanos, que no dan en el clavo, y al cuarto para las doce aún están titubeando en sus acciones de buscar construir el andamiaje que les ayude a ganar las elecciones ?
Todo esto huele a entregismo. Huele a autolaceración. Huele a suicidio.
¿Francamente el producto llamado Baltazar Hinojosa Ochoa es duro de vender o de plano se ha detectado traición en su contra?
Difícil es dar con la respuesta.

Ciertamente Baltazar Hinojosa Ochoa no tiene piel de terciopelo, ni tampoco es el ángel que cayó del cielo protegido por la divinidad.
Su nombre aún encierra muchos misterios. El no fue como RODOLFO TORRE CANTÚ ni como EUGENIO HERNÁNDEZ, sus antecesores, quienes vivieron en Tamaulipas los seis años previos a la respectiva elección y se hartaron de conocer el estado gracias a su arraigo.
Así pues, es normal que Baltazar Hinojosa Ochoa tenga problemas de posicionamiento frente a los 2 millones de votantes potenciales tamaulipecos que el día 5 de junio saldrán a las urnas a elegir su próximo gobernador.
Así pues, a escasos días de arrancar oficialmente su campaña política, nadie en el PRI acierta a contestar con certeza la pregunta ¿Baltazar quiere realmente ganar o está jugando a perder?

La duda prevalece porque en el PRI nadie le da al elector -inclusive priista- una acertada contestación.
Parecería ser -este episodio- una especie de “Crónica de una derrota anunciada” pues todavía hoy es fecha que Baltazar Hinojosa no acierta a hacer clic con sus propias bases, las priistas.

Vino dos veces consecutivas al Mante, al distrito más septentrional de Tamaulipas, pero aquello fue insuficiente. Gracias por tu detalle, gracias por tu esfuerzo, pero tu cortesía no bastó.
Las respuestas que dio él a un mundo de dudas que permearon ese día en el ambiente tricolor fueron lacónicas.
No le basta arengar: “Al Mante le va a ir bien; al priismo le irá mejor”.
Pues una cosa es la percepción y otra la realidad.

Una cosa son hechos y otras, palabras.
La primera vez Baltazar Hinojosa arribó a la cabecera distrital, El Mante. Fue según el relato hecho por cronistas a modo, un acto apoteósico.

Falso. Error. Mentira.
Y la segunda vez -una semana después- corrió literalmente rumbo a las playitas de El Limón porque sus operadores políticos le dijeron al oído que en ese lugar se había aparecido el diablo; y que estaba aconteciendo un desaguisado, una catástrofe, una fuga de capitales políticos.

Y en su informe le dijeron que había un culpable, el PAN y más visto desde el fondo, CÉSAR VERÁSTEGUI OSTOS, Los Verástegui, el clan xicotenquense que amenaza con arrasar esta comarca.

Literalmente le dijeron, “los priistas están yéndose al PAN. Apenas cruzando el río Guayalejo el partido azul (PAN) está llevándose lo poco que queda del tricolor”.
Baltazar esa tarde caminó, sí, pero a ciegas.
Y parece ser que hasta el día de hoy sufre del mismo mal, ceguera.

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