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La amenaza retumbó en pleno Palacio de Gobierno de Tamaulipas: ¡en media hora te voy a matar!

23022004NOTAwho

Por Antonio Arratia Tirado

Ciudad Victoria, Tamaulipas.- Tranquilamente, como suelen hacerlo los profesionales, los cinco pistoleros del padre de Carlos Salinas de Gortari irrumpieron en Palacio de Gobierno de Tamaulipas.

Era el año 1994 y el presidente Carlos Salinas de Gortari aún mantenía, férreamente, el control del país.

Los cinco hombres llegaron a Tamaulipas con una encomienda de Raúl Salinas Lozano -padre del entonces Presidente de México- y debían cumplirla a como diera lugar, aun con el uso de las armas que, ocultas bajo las ropas, pasaron inadvertidas para los guardias que custodiaban la entrada principal de Palacio de Gobierno.

Cumplieron su encargo con eficacia: pistola en mano, obligaron a un aterrorizado Juan Domínguez -funcionario del Registro Público de la Propiedad- a validar el documento tan anhelado por Raúl Salinas Lozano.

LA HISTORIA, COMO FUE…

El Mundial de Futbol de 1994 estaba en su apogeo cuando el timbrazo del teléfono robó la atención de Gerardo Campos Martínez, quien por la mañana presenciaba un partido por televisión en su oficina del Registro Público de la Propiedad, donde despachaba como director.

Era su secretaria, que le avisaba que tenía en la línea telefónica a un señor de nombre Raúl Salinas Lozano, que le hablaba de Monterrey, Nuevo León.

-¿Qué?… n’ombre, ahorita no estoy para vaciladas -dijo Campos Martínez, y colgó el teléfono. Siguió firmando papeles y viendo el partido de futbol en la televisión. Ese día jugaba México y no quería que lo molestaran. Menos que le jugaran bromas de ese tipo.

Pero en la tarde del mismo día, como a las 16:00 horas, se repitió la llamada. Otra vez le dijeron que le hablaba Raúl Salinas Lozano.

-¡Ah cómo están chingando! -replicó el director del Registro Público de la Propiedad. Y volvió a colgar.

Después de eso, nada parecía romper la monotonía burocrática de la dependencia del gobierno de Tamaulipas.

Esa monotonía siguió incluso cuando, dos días después de las molestas llamadas, cinco regiomontanos, encabezados por un tal Joel Hernández se apersonaron en las oficinas de la Dirección del Registro Público de la Propiedad, solicitando apresurar el proceso de una operación de compra-venta de un predio de mil 500 hectáreas, ubicado en los límites de Soto la Marina y Aldama, Tamaulipas.

Nunca dijeron que eran enviados de Raúl Salinas Lozano, el padre del entonces Presidente de México.

Les dijeron que sí, que con mucho gusto, sólo que las normas internas establecían que la compra-venta de propiedades de más de mil hectáreas requería de un proceso de investigación que dilataba días.

Y se fueron. Así, sin decir más.

Empero, al quinto día, por la noche, otra vez los mismos cinco individuos vestidos de mezclilla y con fachas de pistoleros cruzaron la puerta principal de Palacio de Gobierno, sin que los guardias se percataron de que iban armados.

A las 10:30 de la noche, Campos Martínez (hoy aparentemente fuera del servicio público oficial) se fue a echar una copa al Casino Victorense, donde poco después recibió una angustiosa llamada del empleado Juan Domínguez.

-Licenciado, yo sé que se va a molestar pero ya registramos el terreno de los que vinieron de Monterrey…

Gerardo Campos Martínez dio un brinco y estalló, lleno de furia.

Juan Domínguez ya estaba entre la espada y la pared, es decir, aguantar los balazos de los pistoleros que llegaron de Monterrey, o las mentadas de madre de Gerardo Campos.

-Licenciado, yo mejor renuncio… si registramos el predio fue porque nos obligaron.

-¡Pero cómo chingados! -seguía replicando Campos.

-¡Por qué lo hicieron, si aún no concluye el proceso!

-Intentamos oponernos licenciado, pero nos pusieron la pistola en la cabeza. Le digo que nos obligaron -intentaba justificarse Juan Domínguez.

-¡Cancela el registro! -ordenó el director del Registro Público de la Propiedad.

Y lo cancelaron.

Al día siguiente Campos Martínez ordenó a Arturo de León, otro funcionario, que avisara a la notario público -enlace de los regiomontanos- que la operación de compra-venta del predio había sido cancelada.

Horas después, Arturo de León recibió una llamada en las mismas oficinas del Registro Público de la Propiedad.

Era Joel Hernández, el jefe de los pistoleros de Salinas Lozano.

-Quiúbole cabrón, cómo que cancelaste ¡En media hora estoy allá y te voy a matar!

Lívido, Arturo de León corrió con Gerardo Campos.

Ante la amenaza, Campos Martínez habló con Eduardo Rodríguez Masso -director de la entonces Policía Judicial del Estado-, quien envió a cuatro agentes que se agregaron a los otros cuatro que custodiaban permanentemente la entrada principal de Palacio de Gobierno, los que se distribuyeron estratégicamente, en espera de los pistoleros.

Pero la que llegó fue la notario público, que se dijo apenada por el incidente.

Entonces, de las mismas oficinas de Gerardo Campos Martínez ¡le habló a Raúl Salinas Lozano!

Al director del Registro Público de la Propiedad le cayó entonces el veinte y empezó a sudar frío. Sabía que sus días estaban contados en el ejercicio público.

Como Raúl Salinas Lozano estaba en una reunión, a la notario le contestó una voz femenina, que se dijo mujer del padre de Carlos Salinas de Gortari. Era Martha Chapa, la pintora.

-Me comunicó que a las 18:00 horas le hablará el padre del señor Presidente de la República -le dijo la notario a campos Martínez.

-Chingada madre… ¡le colgué el teléfono al papá del Presidente de México -se lamentaba el funcionario del gobierno de Tamaulipas.

Y sí. El papá de Salinas de Gortari le habló. Y se dijo muy apenado por los métodos violentos empleados por sus hombres.

Una invitación a cenar a Monterrey, Nuevo León quedó abierta entonces.

EPÍLOGO PARA ESPECULAR

Sin irregularidades aparentes, las mil 500 hectáreas, con un valor de alrededor de un millón y medio de dólares, fueron registradas por la dependencia del gobierno de Tamaulipas.

La trampa: el predio no fue registrado a nombre de la todopoderosa familia Salinas, sino bajo la figura de una sociedad agrícola o agronómica.

Por eso, la Procuraduría General de la República (PGR) no encontró nada a nombre del clan Salinas en Abasolo, Jiménez, Soto la Marina y Villa de Casas, que es donde les buscaron propiedades cuando el pleito de los Salinas con Ernesto Zedillo Ponce de León.

Tres años después de esos acontecimientos (ya en 1997), el nuevo director del Registro Público de la Propiedad, Joaquín Roché Cisneros, ratificó al reportero:

-No hay nada de la familia Salinas en Tamaulipas.

Y no, aparentemente nada encontraron entonces, aunque en este 2014 la historia puede ser otra…

Nuevo correo electrónico: anton5004@gmail.com

http://gaceta.mx/la-amenaza-retumbo-en-pleno-palacio-de-gobierno-de-tamaulipas-en-media-hora-te-voy-matar/

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