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OCAMPO, DEL MIEDO AL ENOJO

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Fotos y texto. Gastòn Espinosa Glz.
Ocampo.- Aquí no solo huele a humedad. El aire esparce tristeza y desolación en las familias que lo han perdido todo, y todo, es ahora una palabra sutil para describir lo que aquí se vive. El puente de “Santa Bárbara” retrata la fuerza de la naturaleza, y el poder de ese río que se llevó media obra, irónicamente la parte recientemente reconstruida y que el presidente municipal reinauguraría como colofón de su gobierno.
Para llegar a la parte poniente de Ocampo hay que pasar por Antiguo y Nuevo Morelos, llegar a El Naranjo, terrenos ya de San Luis Potosí y ahí tomar una carretera de reciente construcción que conduce a ejido El Pensil. En la comunidad de Las Flores el puente luce dañado parcialmente, apenas permite el paso de los vehículos, un capricho muy generoso en tiempos de desastre.
Y es que Ocampo literalmente se partió en dos. Las comunidades quedaron divididas por la madre naturaleza y olvidadas por su alcalde Abraham Pineda Díaz, quien no se apareció hasta el segundo día, ya cuando se habían perdido vidas humanas y casas. En Chamal Nuevo “Ingrid” terminó con la vida de María de los Ángeles Flores, de 34 años de edad y del pequeño Ezequiel Ayala Flores de un año, mientras que cuatro personas siguen desaparecidas y se teme lo peor.
Hoy del miedo han pasado al coraje y la frustración por lo que creen pudo haberse evitado si el alcalde los hubiese puesto en alerta.
Hay voces de enojo, de desesperación, las protestas llegan ante la gravedad de las heridas que deja la tragedia, es evidente el reproche hacia la autoridad municipal que por cierto sigue sin actuar con certeza. Eduardo Lòpez Salcedo y María del Socorro de León Cruz, son habitantes de “El Choy” que perdieron casi todo y siguen sin explicarse por qué nadie de la presidencia les previno y menos les ayudó a salir de sus viviendas. “Lo único que oímos de él (Abraham Pineda) es que anda en su camioneta con una mujer y que ya compró ranchos”.
Las colonias “Españita”, “Paso Ancho” son las que mayores estragos sufrieron por los remanentes de “Ingrid”, pero toda la cabecera municipal también pasó momentos difíciles, pues por sus calles hay mucho lodo revueltos con ropa, colchones, juguetes y muebles, aquello es la imagen viva de la desgracia.
Don Juan va tirando los escombros de su hogar, todo quedó “pal arrastre”, el agua entró a su casa hasta metro y medio de altura y no hubo nadie que le previniera y menos que le ayudaran, “lo perdimos todo, ahora andan los de la presidencia llevándose el mugrero que quedó, ya pa’ que chingaos”.
En “Paso Ancho” su puente soportó los embates del agua pero no parece que vaya a soportar los desperdicios que arrojan los brigadistas del ayuntamiento, desde animales muertos, hasta colchones y roperos, “ya ni chingan, nos están dejando un problema porque respiramos pura contaminación” dice Adrián Reyes, un joven que atiende su negocio al borde la carretera. A él se le suman otros vecinos que denuncian la pasividad con que el presidente municipal actuó en la tragedia, y lo acusan de corrupto, negligente y cínico. A escasos metros de ahí, una camioneta con jóvenes voluntarios del ejido El Pensil reparten comida, les brota la tristeza con que las mujeres y sus niños salen descalzos, entre el lodo, casi encuerados, y con mucha hambre. Los samaritanos no esperaron el apoyo oficial de nadie, por su cuenta cooperaron para la gasolina y la comida, se sienten satisfechos pero lamentan que sus paisanos estén tan lejos de la mano de Dios.
En la plaza principal del lugar el lodo lo baña todo. La gente camina desencajada mientras sortea las banquetas y calles con todo lo que se perdió en las viviendas. No hay calle sin montículos de daños. Una cuadrilla de trabajadores trabaja con desgano, pues el diesel està por terminarse y el tesorero desde hace dos horas les dijo que regresaría para apoyarlos. La Policía Estatal por igual sigue sin patrullar las calles ya que no hay gasolina, en la presidencia les dicen que los vales ya se terminaron.
Hoy aquí el vacío de autoridad es evidente. La población repudia a su alcalde, la ayuda no llega como debe ser, de no ser por la voluntad y el gesto humano de la gente esto sería una tragedia mayúscula.
Lo que una vez fue un vergel, ahora es un pueblo lleno de lodo, salpicado de ineficacia y corrupción, no en balde dicen sus pobladores que aquí en Ocampo debió haber llegado mejor Enrique Peña Nieto.

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