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PRD, EN CAIDA LIBRE

El PRD cae sin red. Es cuestión de tiempo ver su completo desfonde. Esta semana el golpe al interior de ese partido que dio Miguel Barbosa se suma a los que otros compañeros suyos hicieron en semanas pasadas. No deja de sorprender que el senador Barbosa, crítico férreo de López Obrador, haya dado el paso para sumarse a esa cada vez más ecléctica candidatura. Si alguien ha desfigurado la izquierda mexicana es Andrés Manuel, que cada vez más parece líder de la ultraderecha.

Pero más allá de la adhesión de Barbosa, a la que AMLO no le prestó el mínimo caso que sí le hace a grandes corruptos y fracasados, lo que llama la atención es el abandono del partido que fuera representativo de la izquierda mexicana. Importantes personajes de la izquierda y del priismo fueron dirigentes de ese partido hoy a la deriva. Resulta difícil de pensar para quienes crecimos en la transición viendo al PRD como el partido de izquierda, como uno de los “tres grandes”, verlo ahora como uno de los partidos “chicos”.

Son tantas las causas de ese derrumbe que resultaría demasiado extenso enumerarlas y trabajar en ellas en este espacio. Creo que puede uno sin problema atinarle a una de las causas diciendo la que venga a la mente; es de tal dimensión la crisis en ese partido que todo abona a su destrucción: los que se van y los que se quedan, los que denuncian y los que se quedan callados. El PRD hace tiempo que entró en decadencia y quedan como caminos salirse denunciando su desplome, o quedarse a dar las últimas paladas de tierra.

La salida de Barbosa no es la más significativa, ni siquiera es el inicio de una fuga, es, simplemente, su continuación. Pero es que resulta imposible que una institución perdure teniendo la guerra interna como forma de vida y el arribismo como método de selección (ambas características también las tiene el PAN y el PRI, pero no son ejes rectores). Basta revisar la lista de quienes han presidido el partido y que hoy se encuentran fuera: Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Rosario Robles y, por supuesto, Andrés Manuel López Obrador, entre otros. A eso habrá que sumarle los desastrosos gobiernos, el desorden y el zafarrancho como práctica legislativa, la corrupción propia de nuestra clase política y quizá uno de los casos más espantosos en nuestra vida pública: el caso del presidente municipal de Iguala, José Luis Abarca, que enmarcó, como en ningún otro lugar, la vinculación entre poder político y crimen organizado. A todo eso es muy difícil sobrevivir.

Muy probablemente nos quedaremos con un partido de izquierda básicamente testimonial. AMLO, que ha minado todas las bases del PRD y que les ha arrebatado prácticamente la CDMX, terminará convertido en un líder de ultraderecha conservadora y religiosa. Posiblemente dentro de poco tiempo ya no sea importante contar con un partido de izquierda, porque todo parece moverse del centro hacia la derecha. Pero para quienes vimos, y vivimos, esa izquierda crecer, parece que nos tocará atestiguar el entierro de la misma a manos de sus propios militantes.

Twitter: @JuanIZavala

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