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El fracaso de MORENA: una crítica no pasional..RECORDANDO 2016

OPINIÓN

Por: Lic. Darío Benítez

Éramos un movimiento social cuando le dimos forma a MORENA desde los albores de 2011. En aquellos días vivíamos el auge de un espíritu emancipador, democrático y horizontal; nos alimentábamos de la acción deliberativa de calle como forma de organización, nos nutríamos de movimientos y agentes sociales muy diversos y plurales: desde la lucha local más tropical, hasta el gran auge de movimientos disruptivos como el #YoSoy132. Éramos en aquel momento una bocanada de aire fresco a la forma en que se practicaba la política: una política hecha por gente común que no se sentía representada en las reglas del sistema.

 

Cuando surgió la propuesta de ser partido político, muchos creímos con cierto sesgo que aquello podía funcionar: veníamos de romper la política tradicional y confiamos en que se podía construir un partido en base a esos nuevos presupuestos… pero algo salió mal…

 

Yo, como muchos otros compañeros, nos tocó madurar y tropezarnos políticamente en la “experiencia MORENA”. Pasé por todas las etapas: fanático de AMLO, burócrata del partido, disidente inconforme lleno de rencor, militante disciplinado, y hoy, exmilitante crítico.

 

Todo parte de una pregunta “¿qué salió mal?”, ¿qué tuvo que salir mal como para que cientos de militantes del lopezobradorismo se volcaran en una guerra intestina y en protestas dentro de MORENA por todo el país? ¿Qué tuvo que salir mal como para que, lo que se suponía un fenómeno electoral capaz de conquistar 16 millones de votos, fuera incapaz de ganar una sola gubernatura? ¿Qué tuvo que salir mal como para que un Andrés Manuel López Obrador invencible en 2014-2015, bajara a empatar con dificultades en todas las encuestas?

 

Emprendo ésta análisis, porque creo que abunda la crítica visceral y apasionada por MORENA. Hacen falta plumas que hagan un análisis crítico y racional, alejado del sesgo de los sentimientos de traición y duelo emocional que muchos “disidentes” del lopezobradorismo vierten en sus palabras.

 

Un pequeño marco teórico.

 

Si la materia prima de un partido político es la sociedad, necesitamos entonces enlodarnos un poquito en las ciencias sociales, y para ello empiezo por sacar del diccionario el concepto de Estado: “6. m. Forma de organización política, dotada de poder soberano e independiente, que integra la población de un territorio.”; quien preside las estructuras del Estado es el gobierno.

 

El Estado funciona a través de una lógica representativa. A través de sus estructuras, el Estado representa a la inmensa población que lo integra, y bien decía Rousseau: “se representa lo que no está presente, y sí se representa al pueblo: el pueblo no está presente”.

 

Según catedráticos como Juan Carlos Monedero, el Estado siempre va a reflejar la forma en que históricamente se han solventado los conflictos sociales, debido a ello, el Estado carga en su ADN muchísimos lastres: las prácticas, la forma en que se hacen las leyes, los simbolismos, las relaciones de poder y autoridad, los protocolos y espacios, las instituciones, las reglas económicas… todos aquellos elementos que de alguna u otra forma han vuelto un “bodrio” la política y las instituciones.

 

La suma de éstos dos elementos: los lastres históricos del Estado y su condición representativa, es lo que explica por ejemplo, porqué al Estado Mexicano se le hizo mucho más fácil emprender una reforma energética en base a las demandas de la OCDE que haber consultado al pueblo de México.

 

Los partidos políticos son instituciones que se adhieren al Estado, y cuando NO son conscientes de la lógica impregnada en el Estado supone el gran riesgo de terminar siendo “devorados” por su lógica. Es la razón por la que en América Latina, muchos proyectos políticos que se suponían “revolucionarios” terminaron convirtiéndose en más de lo mismo.

 

La conformación del partido.

 

Uno de los primeros errores del MORENA fue haber abandonado desde el principio la discusión en torno a la misma conformación y organización del partido. Hubo un muy mal diagnóstico de la coyuntura política. MORENA no entendió que su principal “encanto” era su lógica horizontal alejada de todas ésas prácticas que la gente aborrece de la política tradicional.

 

Políticos como Fernández Noroña advirtieron en su momento que MORENA había empezado la casa por el techo. Se aprobaron unos Estatutos y una Estructura Orgánica que nadie supo quién diseñó, pero que -orgánicamente hablando- nos hicieron casi un clon de la estructura del Partido Acción Nacional: mismos órganos y procedimientos, diferente nombre nada más. Apresuradamente se eligieron dirigencias y órganos internos que desmovilizaron en un santiamén todo el arrastre social que MORENA había cultivado en 2012.

 

Rehenes de ésa “lógica representativa”, pasamos de tener amplias discusiones en comités de barrio y círculos de estudio, a “sesionar” unos cuantos en “Comités Ejecutivos Municipales”. Pasamos de tener plurales asambleas deliberativas, a tener “congresos” cada par de años con formatos muy acartonados. Pasamos de estar en la constante alianza y acción con movimientos y causas sociales, a dedicarnos a formar “estructuras de defensa del voto”. Pasamos de estar en una permanente práctica de formación y concientización social, a intentar afiliar gente con propósitos electoreros.

 

Fundamos un partido político cuya lógica funcional se mimetizó con la de cualquier partido político. Reinventamos la rueda pretendiendo que con “buena voluntad” funcionaría diferente. Integramos en MORENA todos aquellos “elementos barrera” por los que a la gente no les gusta participar en política.

 

El abandono de la verdad y la búsqueda de la utilidad.

 

La “verdad” es algo que se construye, y no existe otra forma de construirla que escuchando y abanderando las causas de la gente. Cuando a MORENA se lo consumió la lógica del Estado, dejó de buscar la verdad para cambiarlo por la utilidad.

 

Ésa utilidad se traduce en búsqueda de votos electorales para AMLO en 2018. En búsqueda de esos votos electorales, MORENA cometió un sin número torpezas propias de los errores históricos de la izquierda electoral en México:

 

  1. Decidieron abandonar las luchas locales. Dinamitaron cualquier posibilidad electoral en los municipios y estados de la república para “no liarse” con complicadas administraciones locales imposibles de resolver ya que sólo “iban a causarle daño a la imagen de Andrés Manuel”.
  2. Postularon candidaturas y otorgaron cargos a supuestos liderazgos económicos/políticos que “le traerían estructura a MORENA”, y en realidad acabaron siendo presa de la simulación política.
  3. Centralizaron todas las decisiones del partido a la cúpula nacional e impusieron sutilmente todos los cargos estatales en nombre de “evitar liderazgos radicales que se salieran de la hoja de ruta del nacional rumbo al 2018”.
  4. Otorgaron poder y apadrinaje a actores económicos para financiar la estructura del partido en vista de la desmovilización presente (el ejemplo más claro fue el empresario Jaime Bonilla Valdez en Baja California, quien financió toda la Circunscripción I).
  5. Le cortaron las manos a todos los funcionarios electos de MORENA. Los sometieron a una agenda central quitándoles toda posibilidad a atender los problemas locales para evitar “posibles errores que le dieran mala imagen a Andrés Manuel”.
  6. Excluyeron a un importante grupo de intelectuales asociados con el lopezobradorismo para evitar críticas a su modus operandi.
  7. Y lo más importante: se abandonó el discurso radical y la agenda progresista en pro de “ser menos incómodos para la gente”. De pronto se dejó de hablar de los derechos de las minorías (los indígenas y la comunidad LGTB, por ejemplo), se abandonó la discusión de los derechos de la mujer, se desplazaron temas como la discusión del modelo económico… y se empezó a hablar de amnistías anticipadas a la clase política, de alianzas con el sector financiero (responsable en mucho de la crisis del país), y simplificaron todos los problemas del país en el tema de la “corrupción”. MORENA se trasladó al “centro”.

 

Todo ésto desembocó en lo que ya vimos: una explosión de militantes que hicieron pública su inconformidad a través de protestas, y que para colmo de males, se les trató con la punta del pie: se les liquidó con el mote de “infiltrados”.

 

Éste abandono de la verdad en pro de la utilidad, es lo que también está ocasionando que cada vez haya menos gente trabajando por “la causa de MORENA” y exista más gente trabajando para agendas políticas y económicas personales al interior del partido. El partido se mimetizó con las peores prácticas afines al Estado.

 

MORENA nunca se preocupó por construir las vacunas necesarias para evitar ser engullido por el sistema. Ésas vacunas no podían ser otras más que la construcción de procesos democráticos que trasladaran el espíritu y la función política del partido hacia las calles. Nunca se planteó la necesidad de que tener un motor colectivo y colaborativo que pudiese ponerse por encima de la parte “partidista”. Al contrario, se creó un modelo vertical unilateral, donde se esperó que la agenda de la cúpula nacional fuera accionada en las bases por puro amor al “lopezobradorismo”.

 

Cabe señalar que hubo intentos muy importantes de sectores de la militancia que trabajaron por instituir proyectos y procedimientos democráticos muy elaborados, pero éstos fueron tajantemente ignorados y exiliados de cualquier toma de decisiones.

 

El culto a la personalidad.

 

Dentro de MORENA no existe un tabú más grande que cuestionar a Andrés Manuel López Obrador. Andrés Manuel tiene muchas virtudes: es un hombre honesto y un político disruptivo, pero es una gran derrota para el México emancipador que no hayamos sido capaces de construir más liderazgos políticos en la última década.

 

El culto a la personalidad dentro de MORENA es real, y lo más interesante es que ni siquiera lo auspicia el propio AMLO: lo fabrica la misma militancia lopezobradorista.

 

La importancia de la figura de AMLO rebasó por completo la estructura de MORENA, lo cual es muy delicado: no existe el partido sin él. Éste mismo fundamento aniquiló los liderazgos locales y por ende las luchas locales. El lopezobradorismo -como ideología- abandonó la idea de que la izquierda necesita ganar posiciones en diversas trincheras, están convencidos de que nada se resolverá hasta que no se gane la presidencia de la república…

 

… Y es un gran riesgo… fíjense qué delicado es que “la esperanza de México” esté concentrada en un solo hombre. Sí gana y no cumple las expectativas de la gente, habrá una gran decepción política  que tardaremos años en sopesar. Sí pierde, se multiplicará exponencialmente la incredulidad al sistema político/electoral y será otra gran decepción que tardaremos años en superar.

 

No existe una organización, existe un solo hombre. Por más virtuoso que AMLO sea, su liderazgo está poniendo en riesgo la posibilidad de luchar a largo plazo.

 

La reivindicación de la democracia.

 

En éstos tiempos de hartazgo político, tenemos una mayoría social que no se ve representada ni en sus políticos ni en sus instituciones. Los nuevas generaciones tienen una demanda muy clara: democracia representativa, ¿porqué no me representas?

 

MORENA se volvió incapaz de representar la urgencia de éstas generaciones. Cuando se mimetizó con el sistema, rápidamente dejó emocionar (con lo que en 2012 pintaba como un proyecto diferente). Ésto tiene que ver con que MORENA hizo a un lado la discusión del modelo democrático: es incapaz de discutir el tema, porque ni siquiera practica la democracia al interior.

 

Y no es de extrañar que los jóvenes estén teniendo más ilusión por aquellas candidaturas independientes que han tenido como eje central la reivindicación de la democracia: el caso más emblemático es el de Pedro Kumamoto, que planteó que se podía construir una candidatura y una diputación “entre todos”, y sigue enamorando hasta la fecha.

 

Las nuevas generaciones son muy tajantes con todo aquello que huela a “política tradicional”. Es lo que explica que en Baja California, un candidato independiente como Gastón Luken haya sido tan castigado en Tijuana (al ser evidente su procedencia panista), y un joven como Omar García en Ensenada haya sido capaz de disputarle muy de cerca la alcaldía al PRI.

 

Es lo que también explica porqué -pese a todo- AMLO no tenga una ventaja tan contundente en ninguna encuesta: hay muchísima gente que se convenció que MORENA ha actuado como “más de lo mismo”.

 

MORENA juega en arenas movedizas cuando cree que hablando de derechos sociales y de combate a la corrupción logrará “diferenciarse de los demás”, son los temas más trillados del menester político. Necesita poner en la mesa de discusión las bases del poder actual, y eso es algo que nunca podrá hacer si no deja de “hacer, caminar y parecer pato” y empieza a predicar con el ejemplo de una organización democrática, deliberativa y auténticamente popular.

 

Fracasamos a cambio del 2018.

 

A ésta altura, para nadie es secreto que la existencia de MORENA responde solamente a la candidatura de AMLO en 2018. A nadie queda duda que AMLO volverá a despertar pasiones y será la única figura capaz de romper la encrucijada PRI-PAN. A cambio de su candidatura, sacrificamos la posibilidad de construir “el partido político del siglo XXI”.

 

Sacrificamos la oportunidad de construir una organización política capaz de hacer cara en muchos frentes sociales: municipios sumidos en la crisis, entidades federativas devastadas por la corrupción, luchas y causas sociales urgidas de una representación institucional, movimientos por derechos de minorías e iniciativas feministas deseosos de participar, y una generación de jóvenes esperando un espacio para generar una gran conversación pública.

 

Los inconformes del partido seguirán siendo llamados “infiltrados”, algunos de nosotros colaboramos con ésa farsa en nombre de la disciplina partidista. A ellas y a ellos los invito a reflexionar que el fallo de MORENA es estructural, y si bien AMLO necesitará nuestro apoyo en 2018, necesitamos preguntarnos desde ya ¿qué vamos a hacer para reivindicar la democracia?

 

Escrito por Edgar Darío Benítez Ruiz

“Otro inconforme más”

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