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MORIR…CUESTA

Maremágnum

Mario Vargas Suárez

Morir… cuesta

 

Quizá pocos mexicanos estén enterados que fue que el presidente Benito Juárez García, pastor oaxaqueño, quién ideo y promulgó las Leyes de Reforma, donde aparece el ordenamiento para registrar el nacimiento, muerte y los matrimonios de los nacionales.

En otras palabras, al presidente Juárez le debemos la existencia del Registro Civil.

El tema legal se fue más allá del simple registro, porque en el caso de las defunciones llevó al tema de los panteones y su regulación, por lo que a partir de entonces ya no se podía sepultar a los muertos donde mejor nos placiera.

Los panteones pasaron a formar parte de la estructura del gobierno y por tanto las familias mexicanas tuvieron que empezar a pagar dinero para  sepultar a los muertos.

El tiempo cambia y hasta en el tema de inhumaciones se han registrado cambios. Hay quién las ha catalogado como modas.

Desde hace tres o cuatro décadas la población mexicana que vive la muerte de un familiar, decidió por la cremación de sus difuntos, conservando la tradición del velorio por una noche, la misa de cuerpo presente y la despedida.

Una novedad también –muy a lo gringo- es el cierre nocturno de la capilla funeraria, indicando a los dolientes, compañeros y amigos de la familia, los horarios de cierre y apertura de visita a la capilla.

Una modalidad que está tomando mucho auge es proceder a la cremación del cuerpo el mismo día de su muerte, con las debidas restricciones por la hora del deceso, circunstancialidades y leyes de la localidad.

El fin de las cenizas lo decide la familia más cercana del finado.

El deseo de algunos es que sus cenizas fueran arrojadas al viento, a un mar, a las aguas de un río o laguna, en un jardín privado o público, a un árbol, etc.

Sin embargo hay familias que conservan en un lugar específico de la residencia la urna con las cenizas del finado. Existen familias que las reparten en pequeñas urnas.

Para el caso es lo mismo. La urna que contiene los restos del finado, generalmente ocupa un lugar especial. Supongo es muy raro el caso donde la urna fúnebre está ‘arrumbada’.

En este contexto de las cremaciones, urnas, nichos y demás, la iglesia católica anunció el pasado martes, que prohibía estrictamente a sus fieles esparcir las cenizas de sus difuntos, dividirlas entre los familiares y también que sean conservadas en casa.

Tres normas que son precisamente lo que regularmente se hace en las familias mexicanas y quizá en el mundo. En muy pocos casos se alquila o compra un espacio en una iglesia para que ahí “descanse” el difunto, o lo que quedó de él.

La nueva regla viene directamente del Vaticano con el nombre de “Instrucción Ad resurgendum cum Christo” aprobada el 18 de marzo pasado por el papa Francisco.

En el documento explica que, aunque la Iglesia sigue prefiriendo la sepultura de los cuerpos, finalmente acepta la cremación, aunque prohíbe esparcir las cenizas, dividirlas entre familiares o conservarlas en casa.

Soy respetuoso de las instituciones, pero lo anterior sugiere una fundamentación hacia un nuevo negocio de la iglesia católica: la venta o renta de ‘nichos’ donde los feligreses podrán dejar la urna con las cenizas de su muerto.

El periódico Excélsior en su portal de internet, publicó algunos precios en las principales iglesias de la CDMX para dejar las urnas. Así por ejemplo La Catedral Metropolitana cuesta 80 mil pesos para 12 urnas.

En la Basílica de Guadalupe para cuatro o seis urnas los precios varían entre 100 y 180 mil pesos. Desde luego que en el costo incluye el nivel y la ubicación del Nicho.

El precio más alto que Excélsior cotizó fue de 300 mil pesos el Nicho para ocho urnas en el panteón Lomas. El de menor costo es de 32 mil pesos el Nicho para cuatro urnas en Memorial San Ángel.

La iglesia católica advierte que “en el caso de que el difunto hubiera dispuesto la cremación y la dispersión de sus cenizas en la naturaleza por razones contrarias a la fe cristiana, se le han de negar las exequias”.

Finalmente si usted profesa la religión católica a pie juntillas, deberá informarse de este ordenamiento, pero también de las iglesias que ofertan este servicio y… desde luego su bolsillo porque ¡morirse cuesta!  Y ya no al muerto.

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